Llegó la última parte de la saga sobre el espía que quiere recuperar su identidad perdida. Ratifica las razones por las cuales ya entró en la historia del cine de acción
Por Sebastián Martínez
¿Por qué nos cae tan bien Jason Bourne? Si se lo piensa fríamente, el pobre las tiene todas en contra. Es una suerte de asesino a sueldo, no tiene el más mínimo sentido del humor, no tiene la simpatía de otros grandes héroes y, encima, está interpretado por Matt Damon, un actor al que se le aprecia su sobriedad, pero que no se caracteriza por su carisma.
Y, sin embargo, la saga de espionaje basada en las obras del creador de best-sellers Robert Ludlum, ha logrado ganarse el corazón del público alrededor del mundo. Desde que debutó en la pantalla con “Identidad desconocida” hasta ésta, la tercera y última parte de la historia, “Bourne, el ultimátum”, las desventuras de este espía amnésico han sabido diferenciarse y hacer escuela en el cine de acción.
Parte de la influencia que ejercen las películas de Bourne y sus directores Doug Liman y Paul Greengrass pudieron verse ya en la última producción de James Bond, “Casino Royale”, donde el espía más famoso de la cinematografía mundial ya no era un dandy atildado e irónico, sino un hombre endurecido y con debilidades muy humanas. Esos rasgos los debe, en gran medida, a la sombra del novato Bourne. Aunque siempre habrá algo que distanciará a Bond y a Bourne. El primero trabaja para el sistema. El segundo, pelea en contra.
Pero volvamos al comienzo. En 2002, aparece “Identidad desconocida”, donde Jasón Bourne aparece flotando a la deriva en medio del Mar Mediterráneo, es rescatado por un buque pesquero y comienza el largo camino para averiguar quién es y por qué lo quieren matar. Dos años más tarde, “La supremacía Bourne” ya la encontraba casado, ajeno de todo e instalado en la India, hasta que su esposa es asesinada y recomienza la eterna persecución y la angustiante búsqueda de su identidad.
De este modo, llegamos a 2007 y, finalmente, a “Bourne, el ultimátum”, el filme que cierra la saga y nos despide de este personaje que ha logrado entrar en los anales del cine. ¿De qué trata este último capítulo? Al comienzo sucede lo que suele ocurrirle habitualmente a Bourne: aún está en la mira de los organismos de inteligencia del mundo entero y debe vivir escapando.
Sin embargo, de repente, algo cambia el panorama por completo. Un informante filtra a través de un diario británico información clave para que Bourne comience a destejer la maraña que cubre la pregunta sobre su identidad. Con la punta del hilo en sus manos, Bourne irá recorriendo un laberinto de espionaje y programas secretos de los servicios de inteligencia, que le permitirán descubrir, de una buena vez por todas, cuál es la razón por la cual han intentado asesinarlo, han baleado a su mujer y lo persiguen desde hace años por el orbe entero.
Moscú, París, Londres, Madrid, Nueva York. Nuestro héroe rebelde recorre medio mundo hasta dar con la llave que lo conduzca hasta la resolución de su historia personal. Tendrá unos pocos aliados y una multitud de enemigos acechantes. Entre los primeros, cabe destacar a los personajes interpretados por Julia Stiles y Joan Allen. Entre los otros, que representan al sistema de seguridad internacional, sobresale ese inmenso actor no del todo explotado que es David Strathairn.
¿Por qué nos cae tan bien Jason Bourne? Seguramente porque ha sabido interpretar como pocos el signo de estos tiempos. No sólo porque retrata de modo endiabladamente entretenido la paranoia global, sino porque además sus creadores han notado que ya no queda demasiado espacio para el sacarsmo o la ironía cuando está en juego la vida de la gente. Ya no más “Hasta la vista, baby”. Ahora las cosas son crudas y angustiantes. Bourne lo sabe tan bien como nosotros. Por eso, lo vamos a extrañar.