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3 de diciembre de 2024
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Furor en Japón por muñecas inflables de 6 mil euros
La nueva generación de juguetes sexuales se viene con todo. Dicen que las muñecas se sienten "casi humanas". Tienen esqueleto similar al de una mujer real y pelo natural
7 de agosto de 2007
Junto con los avances tecnológicos llegan también adelantos para el placer y el ocio. Y por qué no, para los juguetes sexuales.

Las viejas muñecas inflables, esas con tacto de plástico, boca eternamente abierta y postura hierática, ya tienen en Japón su segunda generación: las "dutch wives" (esposas holandesas) una especie de replicantes de látex, vinilo o silicona que, basadas en la estética hentai, pueden llegar a costar 6.000 euros.

¿Razones? Orient Industry, una de las marcas que comercializa estos juguetes sexuales, asegura en su publicidad que el tacto es casi humano, al igual que los rasgos, basados en personas de carne y hueso. Su esqueleto, similar al de una mujer real, es de metal. Hasta el pelo es natural.

La compra se realiza por Internet y la muñeca llega a casa del consumidor discretamente embalada en una caja con forma de ataúd. El bulto incluye un curioso servicio posventa: una vez muerto el propietario, la empresa se compromete a recoger su pepona, a consagrar su alma en una especie de ritual y a enterrarla junto a su dueño.

No son los únicos: las firmas RealDolls y Mercadoll copiaron el formato y reprodujeron el cuerpo y el rostro de famosas actrices porno occidentales pero con la posibilidad de customizarla al gusto del consumidor: color de piel, de ojos, de pelo y, por supuesto, de vestuario colegiala, enfermera o sirvienta .

El ingeniero alemán Michael Harriman va más allá y prepara el lanzamiento de un androide sexual de carácter femenino "capaz de responder a estímulos sensoriales, de imitar una respiración agitada, de mover la pelvis por control remoto, de aumentar su temperatura corporal durante el acto y de mantener los pies fríos, igual que una mujer real", afirma.

En su catálogo on line, sus muñecas Meg, Rei, Mika o Alice, de aspecto aniñado, se presentan ante sus posibles compradores vestidas con lencería y poses sugerentes, igual que si fueran prostitutas.

Algunos japoneses pudientes ya las coleccionan. Por ejemplo, un ciudadano de Osaka ya protagonizó más de un reportaje en televisión al posar orgulloso con su centenar de 'lolitas' de goma dispersas por toda su casa.