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El Papa Francisco, el Pontífice que deja su marca en la Iglesia Católica
El primer pontífice argentino universalizó la curia e hizo una reforma que buscó llevar austeridad y transparencia en el Vaticano.
21 de abril de 2025
Con la muerte de Jorge Bergoglio, se cierra una era marcada por una Iglesia Católica más abierta, austera y transparente.

A poco de cumplir 12 años de Pontificado, Francisco deja una impronta que buscó desde el primer día: la universalidad del poder central del Vaticano, con una reforma de la curia no exenta de polémicas.

Bergoglio fue, sin dudas, un Papa único e irrepetible. Fue el primer Pontífice argentino y por ende latinoamericano y el primero en tomar el nombre de Francisco, en honor a San Francisco de Asís, una figura austera y simple que el exarzobispo de Buenos Aires adoptó como guía para su pontificado.

Hoy la Iglesia Católica es muy distinta a la que encontró aquel 13 de marzo de 2013, cuando fue ungido Papa, más allá de las polémicas suscitadas por cuestionamientos internos del ala más conservadora del Vaticano, disconforme con su forma de gobernar y sus reformas.

No sin inconvenientes, Francisco logró “hacer lío”, como pregonó durante las Jornadas de la Juventud en Río de Janeiro, poco después de asumir el trono de Pedro. Buscó, además, llevar a su Iglesia a las periferias.

Su muerte deja un vacío enorme en la Iglesia Católica, aunque da inicio a una nueva era cimentada por sus reformas. Su estilo simple y descontracturado acercó a la institución, como nadie lo había hecho antes, a los fieles de todo el mundo.

Jorge Mario Bergoglio nació en Buenos Aires el 17 de diciembre de 1936. Fue el mayor de cinco hermanos nacidos en una familia de origen piamontesa.

Su padre, Mario José Bergoglio, y su madre, Regina María Sívori, se asentaron en el barrio porteño de Flores y criaron a sus hijos en un hogar de valores cristianos y rica cultura italiana. Su abuela, Rosa Vasallo, fue la mujer que más influyó en su vida, según él mismo reconoció.

Ya en su infancia, el futuro Papa moldeó su vida bajo una rígida enseñanza religiosa. Estudió en el colegio Salesiano Wilfrid Barón de los Santos Ángeles, en Ramos Mejía, y posteriormente en la Escuela secundaria industrial (ETN n.º 27) Hipólito Yrigoyen. Allí se graduó como técnico químico.

En sintonía con su trabajo en un laboratorio, comenzó a sentir un profundo llamado religioso, aunque según contó llegó a tener una novia. En esa época, sufrió su primer grave inconveniente de salud. Fue sometido a una delicada operación para extirparle una porción de un pulmón.

En 1957, con 21 años, decidió que quería ser sacerdote. Se sumó entonces al tradicional seminario del barrio porteño de Villa Devoto y al noviciado de la Compañía de Jesús. También realizó estudios en el juniorado jesuita de Santiago. Allí hizo en curso de Ciencias Clásicas y profundizó sus conocimientos de latín y griego.

A mediados de los años ’60 fue profesor de Literatura y Psicología en el Colegio de la Inmaculada de Santa Fe. Luego estudió en la Facultad de Teología del Colegio Máximo de San José, en el partido de San Miguel, oeste del Gran Buenos Aires. Finalmente, fue ordenado sacerdote el 13 de diciembre de 1969. Tenía 32 años.

A principios de los ´70, ingresó definitivamente en la Compañía de Jesús y luego fue maestro de novicios en la residencia San Ignacio, en Villa de Mayo.

En 1992 fue nombrado obispo auxiliar de Buenos Aires y consagrado obispo el 27 de junio de ese mismo año. Luego, fue designado arzobispo coadjutor y finalmente asumió el arzobispado el 28 de febrero de 1998.

El Papa Juan Pablo II lo designó cardenal en 2001.

Además, fue presidente de la Conferencia Episcopal Argentina. Entonces mantuvo fuertes polémicas con los gobiernos kirchneristas en temas como la legalización del matrimonio igualitario y el aborto.

Pero al mismo tiempo, Bergoglio comenzó a ser reconocido por su estilo humilde y cercano a los más necesitados, con sus visitas periódicas a barrios populares y su costumbre de viajar en subte y colectivo a todos lados. Sus fieles comenzaron a llamarlo “el Obispo de los pobres”.

En su vida privada, disfrutaba del tango y de la lectura y de ver a su querido San Lorenzo, club del que era hincha.

En 2005, tras la muerte de Juan Pablo II, fue uno de los grandes candidatos a sucederlo, aunque finalmente el ala conservadora impuso a Joseph Ratzinger. En febrero de 2013, Benedicto XVI renunció al Pontificado y Jorge Bergoglio fue elegido como su sucesor en el trono de Pedro para sorpresa del mundo entero. Llegaba al Vaticano “el Papa del fin del mundo”.