El encuentro se inscribe dentro del intento del líder del Pro por diferenciarse del Gobierno nacional. Fue una "visita de cortesía", dijeron cerca del jefe de Gobierno
Por Iván DamianovichLa decisión del electo jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri, de visitar al arzobispo porteño Jorge Bergoglio, se inscribe dentro del intento del líder del Pro por diferenciarse del Gobierno nacional.
Aunque tanto desde la Iglesia como desde el macrismo procuraron centrar el encuentro en el diálogo sobre los aspectos sociales más preocupantes de la ciudad, no puede desconocerse que el significado político de la visita tiene vuelo propio.
Desde el Pro se preocuparon por aclarar que el encuentro Macri-Bergoglio se encuadra dentro de una “visita de cortesía” que realizó el empresario a la Curia porteña tras el triunfo en los comicios. Desde la Iglesia, en tanto, deslizaron que el gesto será “oportunamente retribuido”.
El escenario que quedó de manifiesto, entonces, difiere sustancialmente del que mantiene desde hace más de tres años la Iglesia con el gobierno de Néstor Kirchner. Y, en los hechos, implica un mayor capital político para el macrismo, ávido por encontrar espacios que lo ubiquen definitivamente en referente opositor.
Es sabido que la relación del cardenal primado con la segunda de Macri, Gabriela Micheti viene de tiempo atrás. No así el vínculo entre el electo jefe de Gobierno y el purpurado.
Durante años, el empresario y el obispo mantuvieron relativa distancia. El jueves, esa distancia parece haberse reducido.
Las elecciones porteñas ubicaron al cardenal más cerca de la candidatura de Jorge Telerman y Enrique Olivera (ambos con amplia llegada a Bergoglio).
Cuando la coyuntura política derivó en la segunda vuelta electoral, unas palabras del arzobispo sonaron a implícito apoyo a la candidatura de Macri y alimentaron el discurso oficialista basado en que Bergoglio es uno de los principales opositores al Gobierno. Lo que está claro es que la relación con Daniel Filmus nunca fue buena.
Alguna vez, al cardenal se le reprochó su aparente intransigencia a la hora de pedir una audiencia con Kirchner y se le cuestionó si no formaba parte del juego de las escondidas. En aquella oportunidad, Bergoglio refutó: “Tampoco se trata de jugar a las visitas”.
Cabe preguntar si la reunión con Macri se ajusta a una de esas variables o si, en cambio, es el comienzo de un espacio distinto, en el que el diálogo entre los referentes religiosos y políticos vuelve a encausarse en el país.