Venció a Perú con tantos de Riquelme (2), Messi y Mascherano. El partido se hizo más fácil a partir de las individualidades. Ahora se verá con México en semifinales
Argentina se medirá con México en una de las semifinales de la Copa América, tras
hundir el domingo con un lapidario 4-0 a un Perú sin poder de fuego y eliminarlo merced a un cadencioso y por momentos irritante ritmo de tango, pero con el recurso de súbitas inspiraciones.
Juan Román Riquelme frotó la lámpara de Aladino y apareció el genio a los 47 minutos para sacar un mortal sablazo, y volvió a aparecer en el área en un contragolpe y definir como los cracks, a los 86.
Lionel Messi, la figura de la cancha, debutó en la red a los 61, mientras que Javier Mascherano capturó un rebote para anotar el segundo gol en la Copa y en la selección gaucha a los 75.
Millares de aficionados en el estadio Metropolitano de Barquisimeto celebraron las conquistas como si fueran de la escuadra vinotinto, al estar embanderados con los albicelestes, que jugarán el miércoles en Puerto Ordaz con el Tri, que aplastó a
Paraguay 6-0.
Había sido conmovedor y triste a la vez comprobar como sólo dos jugadores combatían el sopor del encuentro con sus rápidas e incisivas intervenciones, pero cada acción que iniciaban fracasaba por la falta de compañía.
Eran Lionel Messi para los gauchos y Paolo Guerrero para los incaicos, como dos solitarios llaneros batiéndose contra las defensas rivales y sin encontrar un sólo compañero que le devolviera la pelota redonda como se la habían entregado para buscar una pared, para filtrarse en el área.
En un partido que parecía una pastilla para el imsomnio, adormecedor hasta la irritación, Messi fue quien le puso más pimienta, con un par de entradas a la carrera, amagando y eludiendo defensores como si estuvieran atornillados en el suelo,
pero sin la puntería para acertarle al arco.
Argentina se movía con un cadencioso y lento ritmo de tango más apropiado para una noche romántica que para un excitante encuentro de cuartos de final de una Copa, y quien ponía el freno a los avances era Riquelme.
Por Riquelme pasaba cada pelota desde la zona de gestación, como una aduana obligada por la que se debía atravesar, pero el volante estaba en una noche sin inspiración y tampoco se le prendía la lamparita a Juan Verón.
Nada podía esperarse entonces de Esteban Cambiasso, quien no se caracteriza por sus luces, mientras que el volante Javier Mascherano se mantenía en un sector de marcaje y vigilancia.
La circulación sin sorpresa de los volantes dejaba también al delantero Diego Milito demasiado lejos de las jugadas, acorralado con eficiencia por Santiago Acasiete, Miguel Villalta y Edgar Villamarín.
Para colmo los peruanos habían cavado varias líneas de trincheras que estorbaban los ataques albicelestes, con Paolo de la Haza y Juan Carlos Bazalar como patrulleros de los tres cuartos de cancha.
Pero cuando Perú recuperaba la pelota, y esto era frecuente, Juan Carlos Mariño capturaba el balón sin encontrar el acompañamiento de un desconocido Claudio Pizarro, quien cometía un error tras otro en los pases.
Así fue como quienes se aburrían como hongos en las tribunas agradecieron al menos ese arranque de Messi burlando adversarios hasta que su remate fue desviado por el arquero Leao Butrón y el balón devuelto por el travesaño.
Pero Riquelme es un mago capaz de sacar un conejo de la galera y dar un golpe de timón a las acciones cuando al iniciarse la segunda etapa metió un estiletazo de esos que duelen, un zurdazo esquinado, mortífero, junto al poste.
El encuentro se animaba y el ingreso de Carlos Tévez por Milito le imprimió otra dinámica a la vanguardia argentina, a tal punto que instantes después del gol metió un cabezazo en palomita en el travesaño.
¿Cuál era la explicación del cambio de Pedro García por Guerrero?. No parecía clara la decisión del entrenador peruano Julio César Diamante negro Uribe, pero García le dio mayor juego colectivo en la vanguardia a su equipo.
Perú salió de su refugio en el fondo del campo, adelantó sus líneas para no entregarse sin luchar, pero detrás empezó a dejar huecos que no existían y Messi encontró el callejón para filtrarse y mandar el balón a la red.
No se amilanaron los peruanos y con generosidad mantuvieron el adelantamiento en el terreno, exponiéndose a los contragolpes, los que terminaron de definir el partido con tantos de Mascherano y uno más de Riquelme.