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21 de noviembre de 2024
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Llegó la "niñofobia" a hoteles, bares y restaurantes
En muchos lugares ya no se permite el ingreso de menores de 12 años. Es otra tendencia mundial que pega en la Argentina. ¿El motivo? Molestan al resto de los clientes
4 de julio de 2007
Esta nueva tendencia va de la mano con aquella otra de las parejas que deciden no tener hijos.

Ahora, muchos hoteles y restaurantes de la Argentina no permiten el ingreso de niños. ¿El motivo? Resultan molestos para el resto de los clientes.

El hecho de que Rati, en verdad un nombre espiritual, haya dispuesto en su restaurante Krishna, en el barrio de Palermo, un salón vedado para familias con hijos es apenas una muestra de una tendencia que empezó a hacer pie en el país.

“Los domingos se me llenaba de familias con chicos y hay gente que quiere comer tranquila”, explicó Rati, devota de Hare Krishna, y aclaró que la prohibición no menoscaba sus sentimientos. “A mí me encantan los chicos... y los perros también. Pero percibimos que a quienes quieren hablar y estar tranquilos les molesta.”

El apetecible mercado que abrieron en el país los “niñofóbicos” –como se denomina a esta legión cada vez más numerosa– comienza a imponer ciertas condiciones en hoteles y posadas de lujo.

En muchos pueden leerse carteles que indican: “Sin chicos”; “Política de admisión: mayores de 12 años”, o el eufemístico “Por seguridad, no se aceptan menores”.

Se trata, en su mayoría, de “ambientes libres de chicos” con un público de altos recursos económicos y con una fuerte afluencia de turistas extranjeros.

Allí no entran los chicos, aunque vayan acompañados por sus padres y a pesar de que éstos juren y perjuren que sus pequeños son los más tranquilos del mundo.

Sin dejar espacio a segundas interpretaciones, la propuesta es simple: o los mayores concurren solos o eligen otro lugar para visitar con su familia.

"No hacemos excepciones. Los huéspedes nos empezaron a hacer la observación acerca de los chicos y el 80 por ciento de nuestros clientes son parejas solas", justificó Pilar Etcheverry, de Ave María, una posada ubicada en Tandil, en la provincia de Buenos Aires.

La polémica en torno de este tema parte de admitir que los chicos pueden resultar una alegría para muchos, pero también un fastidio para "quienes" buscan tranquilidad, sosiego y paz.

La tendencia marca hoy que esos "quienes" tengan un nombre: childfree (en inglés "libre de niños"), un movimiento con mayor representación en los países desarrollados, que no plantean la necesidad imperiosa de tener hijos como medio de esplendor y autorrealización.

Todo lo contrario: en oposición a los dictados biológicos y culturales de la gran mayoría, sostienen que el desarrollo profesional e individual es más importante, con lo cual estas parejas modernas han pasado a denominarse también dink (double income, no kids), lo que traducido al español significa: doble sueldo, ningún hijo.

Y los dink tienen mucho dinero para gastar en esos pequeños-grandes gustos: viajes, tecnología, estética, que para los padres tradicionales pueden resultar onerosos frente a otras necesidades propias de una familia.