La extraña profanación de la tumba del fundador del Justicialismo es motivo de intrigas aún en la actualidad. Detalles de una historia que mezcla hasta a la P2 italiana
En junio de 1987 se produjo un hecho que causó gran conmoción en la Argentina: un grupo de desconocidos mutiló el cadáver de Juan Domingo Perón, el presidente y dirigente que marcó a fuego los últimos sesenta años de la vida política nacional.
La profanación de la tumba –cuyo objetivo fue cortar las manos del cuerpo del ex mandatario- fue descubierta el primero de julio de 1987 cuando se realizaron los preparativos para conmemorar el aniversario de su muerte, por eso coinciden las fechas.
La investigación judicial develó que el delito fue realizado por al menos doce personas, pero no se logró avanzar demasiado en la detención de los responsables.
Esto, más allá de la hipótesis principal de la causa sobre el accionar de grupos de mano de obra desocupada con contactos en el Poder y las Fuerzas Armadas.
La causa pasó por tres jueces pero hasta el momento, a veinte años de aquella profanación, no hay ningún procesado.
Según una investigación periodística publicada en un libro sobre el robo de las manos de Perón, el crimen habría sido obra de la logia italiana Propaganda Due (P2) en complicidad con los represores de la última dictadura.
En "La segunda muerte", los periodistas David Cox y Damián Nabot, señalaron a Licio Gelli, el fascista italiano que lideró la logia masónica, como el responsable de la mutilación.
Según la investigación, la tumba de Perón, que tras el golpe de estado de 1976 había sido llevada al cementerio de la Chacarita, fue violada en los primeros días de junio de 1987.
Los delincuentes abrieron la bóveda y el ataúd y con una sierra eléctrica separaron las manos del cuerpo, las robaron junto a un anillo, la espada militar, una capa y una carta manuscrita de su última esposa Isabel.
El poema que estaba escrito en esa carta fue dividido en tres partes y enviado a diputados peronistas junto a un texto anónimo que llevaba por firma "Hermes Iai y los 13", frase vinculada a rituales esotéricos, que Cox y Nabot utilizaron para seguir la ruta de un antiguo rito.
Se basaron también en un testimonio judicial de Leandro Sánchez Reisse, un represor que trabajó en el área de Inteligencia durante la última dictadura, que señaló a Gelli como responsable del crimen.
Sánchez Reisse y Gelli se conocían porque habían compartido un calabozo en Europa.
Cox y Nabot consideran en su libro que la profanación de la tumba buscó, mutilando el cuerpo, evitar al tránsito pacífico del alma hacia el más allá.
Gelli –según los periodistas- se sentía defraudado porque Perón le había prometido tener la exclusividad de las exportaciones argentinas a Europa durante su tercera presidencia y su deseo de venganza empalmó con la necesidad de los represores de crear un clima de inestabilidad durante el gobierno de Raúl Alfonsín para trabar el desarrollo de los juicios por las violaciones a los derechos humanos.