Lo sostiene el ensayista Alejandro Katz, quien advierte que el país se ha convertido en una sociedad donde el "único horizonte es Ezeiza"
“La Argentina ha dejado de existir”, sostiene el ensayista Alejandro Katz, quien alertó sobre los cambios de paradigmas de progreso social en el país y el hecho, a su juicio, de que "la clase media argentina esté en proceso de desaparición".
Para Katz, el país se ha convertido en una “sociedad de Exit”. Ezeiza, como único horizonte. La idea apela a n libro clásico de la economía de Albert Otto Hirschman, Salida, voz y lealtad (1977), donde habla de tres conductas posibles de las personas ante las organizaciones o los estados. Si el vínculo contractual establecido es satisfactorio, la relación es de lealtad. Si el vínculo empieza a fallar, la gente comienza a alzar la voz. Si después de alzar la voz no hay respuestas, la opción comienza a ser la salida. A eso se lo puede llamar “El Exit de Hirschman”. La Argentina, para Alejandro Katz, se ha convertido en una sociedad de Exit.
El Exit puede incluir a quienes ven en Ezeiza el único horizonte. Son quienes sacan sus activos del país, quienes se proveen de bienes públicos −como la educación−, por fuera de lo público. En la sociedad del Exit también están los que no practican el Exit pero son expulsados. Son quienes comienzan el día viajando varios kilómetros de distancia del lugar donde han pasado la noche. Parten en busca del alimento. Son los desciudadanizados, Segundos y Terceros Habitantes de la Sociedad del Exit. Y son cazadores y recolectores. La idea aquí ya no es de Hirschman sino del economista Martín Rapetti. Se trata de habitantes, no de ciudadanos: habitantes que salen cada día a buscar los recursos para el día, sin ninguna capacidad de recurrir a una economía que no sea una economía de subsistencia: “Es una sociedad que está en un proceso de des-ciudadanización. No hay ciudadanía cuando no hay posibilidades de elección autónoma de proyectos de vida”. Este es el panorama desolador descriopto por Katz en una entrevista con Clarín. Pese al dramático cuadro de situación, Katz reivindica el derecho a ser escéptico: “Las dudas y el escepticismo ayudan a comprender mejor el mundo. Porque limitan el dogmatismo”.
−La calidad de la discusión es muy baja. −Sí, es así. Y por responsabilidad no sólo de las élites sino también de la ciudadanía. Las élites tienen desprecio por la argumentación pública. No creen que estén obligadas a dar razones de calidad y a justificar sus decisiones. Y la ciudadanía ha cedido autonomía de pensamiento. En cada asunto que afecta a la sociedad, los puntos de vista están alineados por las preferencias electorales y no por el análisis de la situación. Es más importante compartir las decisiones del grupo al que se pertenece que tener una visión de las cosas fundada en un razonamiento propio. La sociedad ha renunciado al pensamiento.
−Pero también es algo internacional.
−Es algo que está pasando en gran parte del mundo atlántico. La polarización y la tribalización política no son exclusivamente nuestras. Hay razones culturales, políticas y tecnológicas que explican el proceso. Pero creo que Argentina tiene rasgos particulares. Argentina se ha convertido en una “sociedad fallida”, haciendo una analogía con la idea del “Estado fallido”, idea formulada por Alain Touraine cuando habla de Estados que no controlan el territorio. [N. del R. la idea es de comienzos de los 90 a raíz del trabajo de Gerald Herman y Steven Ratner, y está en el centro de muchos análisis políticos contemporáneos]. La nuestra es una sociedad que desde hace mucho tiempo no consigue convertirse en una comunidad política. Esto ya lo habían señalado Juan Carlos Portantiero y Guillermo O’Donnell en los 70. Las formulaciones de ellos estaban muy asociadas a las tensiones de la época, y por tanto, quedaba la fantasía de que resueltas aquellas tensiones se podría reconstruir una comunidad política. Habiendo pasado 50 años de aquellos señalamientos acerca de las posibilidades de construir un orden político legítimo, lo que tenemos que empezar a decirnos, es que la Argentina ha dejado de existir.
¿En qué cosas la Argentina estaría dejando de existir?
Naturalmente, desde el punto de vista jurídico, la Argentina todavía existe. Pero como comunidad política, la Argentina está en un proceso de disolución. Este es un señalamiento que no es mío y no es nuevo. Portantiero y O’Donnell lo asociaban al ciclo corto relacionado con la crisis política de los 70, y con la expectativa de que una vez superada esa crisis el orden político se iba a reconstituir. Es evidente que eso no ha ocurrido.
La clase media argentina también está en proceso de desaparición. Es un proceso que numerosos países están observando. El gobierno británico creó una comisión para estudiar cómo reintroducir la movilidad social, una de las características básicas de una sociedad de clases medias. El adelgazamiento de la clase media no tiene sólo que ver con la pérdida de participación en el PBI, sino con la imagen de futuro que esos sectores tienen. Ser de clase media suponía que el futuro iba a ser mejor que el presente. Que las condiciones para los hijos iban a ser mejores que las condiciones de partida de los padres. Esto ya no es así. En los sectores populares no es así desde hace mucho. Y en los sectores medios ha dejado de serlo. Es una regresión de la sociedad en todos los sentidos. Vivimos un proceso de desmodernización. La nuestra es una economía cada vez más primarizada. Y aunque muchos señalen que la producción agrícola tiene valor agregado, la participación de la población en esa producción es exigua.