La verborragia presidencial complica la comunicación del Gobierno nacional
Sus últimas declaraciones polémicas y la confianza de Alberto Fernández en su capacidad para transmitir mensajes ponen en aprietos al equipo de comunicación de la Casa Rosada
13 de junio de 2021
Las últimas declaraciones polémicas del presidente Alberto Fernández, que desataron un altercado con Brasil y México, encendieron luces de alerta sobre la estrategia comunicacional de la Casa Rosada.
También reflejaron las dificultades del equipo de comunicación gubernamental para orientar al jefe de Estado sobre la mejor forma de transmitir los mensajes.
Los ministros han comenzado a asumir que, ni aun cuando el Presidente se retira a la Residencia, se puede estar tranquilo si antes hubo un día agitado con declaraciones fallidas o furcios, como quedó en evidencia durante la semana.
Su cuenta de Twitter se activa sin previo aviso y es él mismo quien la maneja. Fernández también decide cuándo salir, de improviso, en radios y televisión. Le envían mensajes directamente los conductores de los programas y él acepta ser entrevistado en el momento. Está seguro de que podrá aclarar situaciones que lo han dejado en posiciones incómodas.
El problema es que sus asesores en comunicación se enteran muchas veces en vivo y directo, o no siquiera: son alertados por algún colega o colaborador. Y ya es demasiado tarde para ensayar estrategias. Hay que encomendarse a que todo salga bien y, si algo falla, prepararse para darlo vuelta, aunque a veces sea una misión imposible.
En muchos casos, las respuestas presidenciales no se estudian, ni siquiera se preparan. Alberto Fernández confía sobre todo en su intuición, y su capacidad de sintetizar con ideas con frases o citas de personas relevantes, como su admirado músico Litto Nebia. El Presidente ni siquiera cambió su celular. Usa el mismo número de cuando estaba en el llano y criticaba sin miramientos a Cristina Kirchner, lo que simplifica el acceso director por parte de productores y periodistas.
Quienes siguen de cerca el tema sostienen que los desaciertos de Fernández en materia de presentaciones públicas no son nuevos, pero advierten que durante la semana pareció haber un quiebre.
Fueron tres días consecutivos de errores, algunos de alto calibre. “Los mexicanos salieron de los indios, los brasileros salieron de la selva y los argentinos llegamos en los barcos”, dijo Fernández, frente a la mirada de Pedro Sánchez, su par español. Nadie pudo explicar cómo y por qué dijo algo semejante. Tampoco por qué le atribuyó el razonamiento al escritor Octavio Paz y no a su admirado Nebbia.
La repercusión en el mundo llegó enseguida: "Con una declaración que fue ampliamente considerada como xenófoba y ofensiva, Fernández consiguió ofender en su país y en toda América Latina, incluso en las naciones más poderosas de la región”, escribió The New York Times.
“Alberto Fernández irrita a todo un continente con una sola frase”, tituló El País de España.
En medio de la verborragia, quedó en evidencia que por la cabeza del Presidente pasan demasiadas cosas y se termina distrayendo: el viernes cometió el último furcio, cuando dijo “vayan y contágiense”, en lugar de “vayan y vacúnense”. Se corrigió al instante, pero el fallido refleja hasta dónde la pandemia y la crisis están generando preocupaciones de alto calibre en la mente presidencial.