Es porque si se venden en el mercado informal, se ganan casi $ 10.000 en un solo paso, ante la brecha del 50% con el dólar solidario
En una Argentina financieramente inestable, lo cual se agrava por efecto de la pandemia, volvió la "dolarización hormiga" del pequeño ahorrista.
Los argentinos, acosumbrados a vivir de crisis en crisis, ahora volvieron al "Puré": venden en el blue el billete que compraron a precio oficial (aunque con recargo y en cuotas mensuales de US$ 200) y embolsan la diferencia.
Es una ganancia del 50% o casi $ 10.000.
Los cueveros le dicen en su jerga "hacer puré". Es el "puré" de la cuarentena.
"En la primera quincena de abril, que es el período del mes donde más se compra el dólar oficial, teníamos cerca de 100.000 operaciones, ahora pasamos las 300.000 en esta primera quincena de mayo", dicen en una entidad líder. El blue -una cotización del mercado negro que atiende sobre todo a la precaria economía informal pero que inevitablemente prospera a medida que se apilan las restricciones cambiarias- pegó un salto de $ 77 a $ 138 este año, una suba de casi 80 %.
Pero además viene ganando impulso en este último tiempo: en estos dos meses de cuarentena (arrancó en $ 85,5), se disparó poco más de 60 %. Sólo en lo que va de mayo trepó 17 %. Y mientras tanto, en comparación, el dólar solidario miraba casi impávido.
El dólar solidario -que hoy araña los $ 91 y rige desde fines de diciembre tanto para el ahorro como las compras en el exterior- surge de aplicar un recargo del 30% que impone la AFIP al precio oficial: el "impuesto solidario". De modo que se mueve arrastrado por el andar cansino de la cotización oficial.
En el año el oficial sube 11 % y con la cuarentena ganó sólo 3 %. De hecho, cuando empezó el aislamiento obligatorio ni siquiera había brecha: el blue y el solidario valían casi lo mismo. No sólo eso: cuando inició 2020 el blue ($ 77) estaba más barato ($ 82).
Quien hoy consigue una cotización en su banco de $ 68 para la compra y le suma el 30 % del recargo necesita unos $ 17.700 para comprar US$ 200. Si los vende a $ 138, obtiene $ 27.600, esto es, $ 9.900 más que lo que desembolsó para comprar los dólares. Durante el cepo de Cristina también volvió al juego aunque con ciertas ventajas: el recargo de la AFIP se retenía a cuenta de Ganancias y se reintegraba (eso sí, erosionado por la inflación).
Durante la era Macri, las cuevas no desaparecieron pero las que sobrevivieron lo hicieron echando mano a un viejo negocio: el descuento de cheques.
Con la cuarentena, el mercado informal quedó por ahora acotado a los clientes conocidos y sus referencias de confianza, con regateo por teléfono y delivery sin contacto.
"En nuestro caso -dicen en otro banco de perfil masivo- las compras más que se duplicaron. Igual es atesoramiento de pequeño ahorrista. Estamos hablando de montos insignificantes".
Mientras tanto, en la vereda de enfrente, la de los grandes jugadores, el Banco Central pone a prueba desde hoy una nueva estrategia para intentar que el agro liquide y las empresas se queden en pesos.
Es que en la época de la abundancia, reina la escasez. En un período en el que el Central debería estar reforzando sus arcas gracias a la liquidación de la cosecha, está vendiendo reservas ante la retirada de la oferta (US$ 1.000 millones en los últimos 30 días).
Para quebrar esta dinámica, la entidad le ofrecerá a aquellos productores que liquiden plazos fijos con un rendimiento atado a la evolución de la soja, de manera de garantizar el valor de la cosecha. En la misma línea, para desincentivar el apetito por el dólar, hará extensiva a los plazos fijos mayoristas la tasa mínima que ya rige para el pequeño ahorrista de 26,6 %.
La intención es enfriar la brecha cambiaria, que llegó al 100% (entre el oficial y el blue) y amenaza con descarrilar las expectativas de devaluación.