Es monseñor Antonio Baseotto, a cargo de la Vicaría castrense. Había usado una alegoría bíblica para sugerir arrojar al mar al ministro de Salud por su posición sobre el aborto
El Papa Benedicto XVI prevé anunciar este martes la aceptación de la renuncia del obispo de la Vicaría Castrense Antonio Baseotto.
El obispo presentó su renuncia a ese cargo luego de largas presiones del Poder Ejecutivo.
Baseotto generó un áspero cortocircuito con el gobierno luego de cuestionar la política sobre salud sexual y reproductiva que lleva adelante el ministro de Salud, Ginés González García.
Para expresar sus cuestionamientos, el prelado castrense pronunció una cita bíblica que provocó una severa réplica del oficialismo, sobre "tirar al mar" a quien escandalizara a los niños.
El nivel de tensión tuvo su punto culminante el año pasado, cuando desde varios sectores del Poder Ejecutivo se dejó trascender la voluntad de dejar sin efecto el Concordato que rige entre la Santa Sede y la República Argentina, con el objetivo de disolver esa Vicaría.
El obispo Baseotto llegó meses atrás a ser recibido por el propio Papa Benedicto XVI, quien le estrechó su mano y mantuvo un breve diálogo.
El Papa no prevé anunciar el nombre de su sucesor en el cargo.
El cambio es esperado en la Casa Rosada, que en marzo de 2005 desconoció la autoridad de Baseotto como obispo castrense y pidió su remoción a la Santa Sede, aunque las demoras se evaluaron como un "fracaso".
La idea original del gobierno era que el Vaticano desplazara hace dos años al obispo castrense y nombrara otro en su lugar.
La postergación, que generó tensiones con el Episcopado, se produjo porque la Santa Sede consideró que Kirchner actuó en forma unilateral al exigir un nuevo obispo, cuestión de exclusiva competencia del Papa, y hasta -según advirtió entonces el vocero de la Santa Sede, Joaquín Navarro-Valls- pudo poner en juego la libertad religiosa en el país.
Todavía no hay un candidato firme a la sede eclesiástica castrense pero la terna elevada a Roma por el nuncio apostólico, monseñor Adriano Bernardini, tendría a priori -trascendió- la venia del gobierno.
Los candidatos para sucederlo son los obispos Rubén Frassia (Avellaneda-Lanús) y Carlos Malfa (Chascomús), y un tercero que se mantiene "en reserva", aunque podría ser el propio vicepresidente segundo del Episcopado, monseñor Agustín Radrizzani (Lomas de Zamora).
Desde febrero de 2005, cuando Baseotto apeló a una alegoría evangélica -que habla de tirar al mar a quienes escandalicen a los niños- para criticar la política sanitaria oficial, el gobierno y el Vaticano analizaron al menos tres opciones para que el obispo se vaya anticipadamente a cuarteles de invierno.
En todos los casos, chocaron con la letra fina del Código de Derecho Canónico y el Concordato que estable las relaciones bilaterales desde 1957.
La Casa Rosada rechazó en setiembre de 2006 un ofrecimiento de la Santa Sede para nombrar un coadjutor con derecho a suceder a Baseotto recién cuando renuncie.
Primó entonces la negativa de Cristina Fernández de Kirchner, que opinó que el caso exigía tener un obispo con plenas facultades y no que sólo acompañe al prelado cuestionado.
Tampoco prosperó la idea de cerrar el obispado castrense o darle otro marco jurídico a las capellanías militares, al permitir el ingreso a los cuarteles de rabinos y pastores evangélicos.
Y mucho menos, la propuesta de un reemplazo inmediato del obispo como pretendía Kirchner.