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Por qué el huracán Irma se convirtió en tan feroz
9 de septiembre de 2017
Se trata de la verdadera "tormenta perfecta".

Científicos señalan que un combo perfecto de condiciones meteorológicas desfavorables de la última semana conspiró para que el huracán Irma se hiciera inusualmente grande y destructiva. "Para que un huracán de esta magnitud dure tantos días basta con que se combinen los ingredientes adecuados -explica Phil Klotzbach, meteorólogo de la Universidad Estatal de Colorado-. Irma tiene todos esos ingredientes." Los pronosticadores ya habían previsto que este verano boreal fuese una temporada ciclónica intensa en el Atlántico, debido a la temperatura inusualmente alta de la superficie oceánica, que alimenta los huracanes, así como por la menor intensidad promedio de los vientos, que normalmente ayudan a disiparlos. Pero, incluso en ese escenario, Irma es especial.

El desarrollo de Irma se inició el 30 de agosto cerca de las islas de Cabo Verde, frente a las costas de África, y un sistema de alta presión impidió que la tormenta derivara inofensivamente hacia el norte, donde el océano es más frío. Por el contrario, Irma fue empujada inexorablemente hacia el oeste, y en su largo recorrido tuvo mucho tiempo para intensificarse, alimentada por las cálidas aguas del Atlántico central.

En su recorrido hacia el oeste, Irma sufrió por lo menos seis ciclos de "reemplazo de ojo", que se produce cuando el ojo del huracán se contrae naturalmente. Si bien algunas tormentas pueden debilitarse en ese proceso, otras se intensifican vertiginosamente y aumentan de tamaño cuando el ciclo se completa. Irma no sólo no se debilitó, sino que ciclo tras ciclo siguió su crecimiento.

Irma permaneció tres días consecutivos sobre el Atlántico como una tormenta de categoría 5, un tiempo récord desde que los científicos usan satélites para monitorear las tormentas. Según Klotzbach, con vientos máximos sostenidos de 300 km/h durante 37 horas seguidas, Irma también batió el récord del super-tifón Haiyan, que arrasó el Pacífico en 2013. Hasta el momento, Irma no se topó con nada que aminore su marcha, y casi no encontraron vientos que la debiliten. Y si bien a su paso devastó varias islas caribeñas, son masas de tierra demasiado chicas como para hacerle perder impulso.

Los destrozos del huracán Irma en Puerto Rico Como Irma ahora abarca una superficie tan grande -con vientos huracanados que se extienden a más de 110 kilómetros del centro-, los meteorólogos advierten que la tormenta representa un grave riesgo para Florida.

En comparación, el huracán Andrew, que en 1992 tocó tierra en el sur de Florida como una tormenta de categoría 5 tras intensificarse rápidamente cerca de las Bahamas, era una tormenta relativamente compacta, con vientos huracanados que se extendían a apenas 40 kilómetros de su ojo. Causó 65 muertes, destruyó 63.000 viviendas y produjo pérdidas por 26.500 millones de dólares.

Se cree que Irma afecte una franja mucho más grande de Florida, y su inmenso tamaño implica que podría generar una gigantesca marejada a lo largo de toda la costa: al empujar el agua tierra adentro causaría severas inundaciones. Desde el paso de Andrew, Florida creció a paso firme, y ahora son muchas más las personas y propiedades en peligro. "Es un error hacer analogías con Andrew", dice Marshall Shepherd, director del programa de ciencias atmosféricas de la Universidad de Georgia. "Hay que considerar tanto la magnitud como el tamaño de la tormenta. Por todo lo que vemos, Irma es extremadamente peligroso."

En cuanto al cambio climático, los científicos dicen que aún evalúan el rol exacto que tiene el aumento de la temperatura de las aguas en la reciente actividad ciclónica.

Según Thomas Knutson, investigador meteorológico de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA, por sus siglas en inglés), los modelos climáticos actuales sugieren que el aumento de las temperaturas globales podría llevar a una menor cantidad de huracanes en la cuenca atlántica, pero que los que efectivamente llegan a formarse serían de mayor intensidad, debido a la mayor temperatura de las aguas superficiales del océano, y que también acarrearían consigo mayores precipitaciones, debido al aumento de la humedad atmosférica.

Hasta ahora, sin embargo, fue difícil identificar una tendencia clara que exceda la variabilidad natural de los fenómenos.