Fue una de las promesas de campaña, en especial dirigida a las clases medias que deben trasladarse a diario por la Ciudad. Cientos de miles pierden el presentismo por los reclamos
La mayoría de los trabajadores que deben trasladarse a diario por la Ciudad sufren en forma cotidiana la multiplicidad de reclamos, que brotan como hongos la 9 de Julio, Corrientes y Callado, Plaza de Mayo, el Bajo, avenida Belgrano y 9 de Julio, el Puente Pueyrredón, e incluyen todo tipo de razones.
En campaña, el presidente Mauricio Macri prometió ir solucionando el tema, pero las protestas no sólo se han mantenido, sino que crecen, fogoneadas por el kirchnerismo, la izquierda y los movimientos sociales, con distintas razones.
La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, había anunciado un protocolo antipiquetes y hasta se animó a vaticina que tendría 5 minutos de tolerancia. La realidad le pasó por encima, y sería uno de los intregrantes del Gabinete en la mira.
El otro funcionario en problemas es Horacio Rodríguez Larreta, el jefe de Gobierno que padece una suerte de "Estado fallido", ya que no puede controlar el territorio.
Dicen que Macri está enojado por los continuos cortes en la Ciudad, pero Rodríguez Larreta parece ser sólo una víctima de una situació que se salió de control hace rato.
Incluso, durante el kirchnerismo, los piquetes -una modalidad que arranco durante la crisis del 2001, se contaban de a miles, a pesar de que Néstor Kirchner primero, y Cristina Fernández después, distribuyeron plata a manos llenas entre todo tipo de organizaciones para tratar de mante el slogan de "controlar la calle".
Macri, quien se habría quejado ante algunos funcionarios, de que le piden desalojar las calles pero no aceptan la decisión que se debe tomar para hacerlo, es decir, reprimir, le pidió a Rodríguez Larreta iniciativa tras dos semanas de bloqueos intensos. En principio, prohibirían cortes con caras tapadas y la interrupción del Metrobús. “La situación se nos fue de las manos. Todos los días estamos un poquito peor”, admiten en la Casa Rosada.
Macri le ha venido expresando su malestar a su histórico coequiper del PRO y en quien confió la sucesión, Horacio Rodríguez Larreta, pero ya en los últimas horas la presión fue mayor y le exigió que la Policía deje de mirar cómo se cortan calles y accesos a la Ciudad.
El pedido de Macri movilizó a los funcionarios porteños: según adelantaron a Clarín altas fuentes del oficialismo, en los próximos días el jefe de Gobierno tendrá que presentar un plan para limitar las protestas. Antes, desde luego, deberá contar con la aprobación del Ejecutivo nacional.
La semana próxima habrá una reunión en la que Rodríguez Larreta se sentará junto al jefe de Gabinete, Maros Peña; al vicejefe, Mario Quintana; y a los ministros de Seguridad de Nación y Ciudad, Patricia Bullrich y Martín Ocampo, entre otros. De ese cónclave debería surgir la nueva política que se adoptará frente a los piquetes. “
Y lo que salga se tendrá que aplicar”, anticipan. El recuerdo del Protocolo antipiquetes que el macrismo presentó hace poco más de un año y que no sirvió para impedir cortes siempre está latente, como una preocupación extra, en las conversaciones. “No nos puede volver a pasar lo mismo”, anuncian.
Se buscaría impedir que los manifestantes hagan protestas con la cara tapada y palos, que se instalen ollas populares en zonas que afecten el microcentro y que se bloqueen los carrilles exclusivos para colectivos.
También se dejaría constancia por escrito de que no se podrán instalar carpas en avenidas de mucho tránsito ni bloquear completamente el paso de los automovilistas.
La protesta que se inició el martes frente al ministerio de Desarrollo Social y que terminó cerca de las 7 de la mañana -luego de que cientos de militantes durmieran en la 9 de julio- fue otro de los hechos que irritó a la cúpula del Gobierno.
Tras los brutales asesinados de Kosteki y Santillán, que obligaron a Eduardo Duhalde a llamar a elecciones, la pesadilla de todos los gobiernos porteriores fue que se produjera un muerto en alguna represión.
Hasta ahora, nadie se animó a sacar por la fuerza a los manifestantes, tal vez porque no existe plena confianza en las fuerzas de seguridad y haya indicios de que desde la oposición esperan que el gobiero cometa ese "error" para limar su legitimidad.