Dilma Rousseff busca atenuar la crisis económica pero se arriesga a aumentar la ira de la población contra su debilitado gobierno. Puede haber impacto en la Argentina
Brasil anunció hoy un nuevo plan de austeridad para intentar capear la crisis económica, pero que arriesga aumentar la ira de la población contra la debilitada presidenta Dilma Rousseff.
Tras haber perdido el sello de buen pagador a manos de la agencia Standard & Poor´s y sumergida en una recesión, la séptima economía global "cortará la carne" del gasto estatal, como dijo el ministro de Hacienda Joaquim Levy, para evitar que Moody´s o Fitch sigan el mismo camino que llevó a la deuda de Brasil a la categoría de bonos "basura".
El plan consiste en postergar ajustes salariales y contrataciones del sector público, eliminar 10 de los 39 ministerios, reducir mil empleos estatales y recrear un viejo impuesto a las transacciones financieras.
También contempla recortes quirúrgicos en el sensible terreno de los programas sociales en vivienda y salud, la marca de fuego del Partido de los Trabajadores (PT, izquierda, en el poder hace 12 años) y uno de los pilares del boom brasileño que sacó a 40 millones de personas de la pobreza.
¿La meta? Pasar del actual déficit fiscal primario de 0,5% del PIB para el año próximo, que le hizo perder el sello de buen pagador, a lograr un superávit de 0,7%, lo que implica conseguir 64.900 millones de reales (USD 17.030 millones) más de de los previstos inicialmente.
"Son reducciones importantes que involucran a los funcionarios públicos de manera significativa, el funcionamiento de la máquina" del Estado, precisó Levy en una rueda de prensa.
Pero antes de salir del papel algunas de estas medidas deberán ser aprobadas por el Congreso, que ha actuado con rebeldía a las propuestas del Palacio de Planalto.
- Un futuro sombrío -
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Pese a que Rousseff ya había ordenado cortar 21.600 millones de dóares del presupuesto de este año, y ahora agrega al ahorro otros 6.800 millones, el panorama es oscuro.
El propio Gobierno espera una contracción del PIB de 1,8% en 2015, según la última cifra actualizada el lunes, mientras el mercado es menos optimista: prevé una caída del PIB de 2,55% y que la recesión se arrastre durante todo el 2016.
La crisis golpea en todos los frentes y derrumbó a un dígito la popularidad de la sucesora del presidente Luiz Inacio Lula da Silva, apenas siete meses después de haber iniciado su segundo mandato.
Acorralada por la recesión, el desempleo y la inflación crecientes, así como por las sospechas de corrupción que salpican a su partido y a su Gobierno por un festival de fraudes en la estatal Petrobras, Rousseff redujo progresivamente la meta de déficit fiscal hasta que este mes presentó al Congreso un presupuesto en rojo.
Fue la gota que colmó el vaso para los mercados, que le retiraron la confianza.
"Hay medidas que son bien impopulares (...) y afectarán el apoyo que el gobierno Dilma aún conserva especialmente en las clases más bajas", dijo a la AFP el economista independiente Felipe Queiroz.
"La austeridad es anunciada para el mercado y para mantener el superávit como quieren las agencias de calificación, pero eso va a contraer aún más la actividad económica y no afecta la condición estructural de la inflación, que no bajará", añadió.
- ¿Fuga de capitales? -
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Queiroz alertó que si otra agencia imita a S&P y quitan a Brasil el grado de inversión "es probable que haya una fuga del mercado de capitales, especialmente de corto plazo". Varios fondos de inversión multimillonarios solo invierten en países calificados con grado de inversión por al menos dos agencias.
Los mercados reaccionaron positivamente a los anuncios. La bolsa de Sao Paulo cerró con un alza de 1,89% y el real, que perdió un 30% de su valor en lo que va del año, se apreció en 1,68% ante el dólar.
En algo menos de un lustro, Brasil perdió la estrella que hizo que el mundo desarrollado lo mirara con fruición en 2010, cuando su economía creció 7,5% y se preparaba para ser sede del Mundial de fútbol 2014 y de los Juegos Olímpicos en 2016, que se harán en Rio de Janeiro.
Pero el modelo basado en un consumo interno acelerado se fue agotando en simultáneo con la caída a tierra de los precios de las materias primas y la desaceleración de China, y la actividad se frenó.
Acusada de haber perdido el rumbo, Rousseff tiene una espada de Damocles sobre su cabeza: la amenaza de un juicio político que pueda urdirse en el Congreso, donde sus socios la han ido abandonando.