Tras 26 años, vuelve a las semifinales: se clasificó tras el 1-1 en Belo Horizonte, ante Cruzeiro; Piatti anotó el gol y Torrico fue la figura
San Lorenzo entró en la historia, por primera vez en 26 años accedió a las semifinales de la Copa Libertadores , luego de empatar 1 a 1 con Cruzeiro. Tras el Mundial de Brasil, el Ciclón tendrá una oportunidad de oro para ganar un trofeo continental que ya se convirtió en una obsesión.
En Brasil, San Lorenzo redondeó su mejor partido en la Copa. Superó, incluso, aquella noche épica en el Nuevo Gasómetro, cuando certificó una agónica clasificación con Botafogo, otro equipo brasileño.
En la inmensidad del Mineirao, fue importantísimo porque tuvo la mezcla exacta de personalidad y determinación que se necesitan en este tipo de partidos. Decisivos, en los que un error puede costar el pasaje a la siguiente instancia; intimidantes, en los que la hinchada del rival se convierte en un jugador más. En un escenario adverso, San Lorenzo tuvo agallas y fútbol.
Se le abrió el panorama cuando apenas se habían jugado diez minutos y Piatti anotó ese gol; un gol tempranero que le solucionó la vida a los dirigidos por Bauza. Porque los brasileños, que habían salido a presionar bien arriba y no encontraban la llave del arco de Torrico, sintieron el golpe. Los locales se escondieron. Pocos pidieron la pelota y sólo aparecieron, en cuentagotas, el talento de Everton Ribeiro y la jerarquía de ese gigante que supo ser Julio Baptista.
San Lorenzo puso el talento en Piatti. Los cortes y la marca de Gentiletti. Los centros de Villalba. El panorama de Ortigoza. Y la seguridad de toda la línea defensiva. Como nunca en los últimos tiempos, el Ciclón le hizo honor a su apodo. Tanto, que pudo haber sellado la serie con un contraataque perfecto. Hasta cuatro jugadores azulgranas quedaron en posición de ataque, con sólo un defensor por delante de Fabio, el arquero. Para Piatti fue un penal en movimiento. Era ajustar el remate y anotar. Pero Fabio se estiró y alcanzó a sacar la pelota al córner con su pierna izquierda. Piatti, que ya había convertido el primer gol, se agarró la cabeza. Tuvo en sus pies la tranquilidad definitiva para los suyos.
En el segundo tiempo, San Lorenzo pasó de lo mejor a lo peor. De mostrar su cara más audaz y valiente a exhibir todos los vicios del fútbol argentino. Se recluyó contra su arquero -no ayudaron las señales que dio Bauza desde el banco con los cambios-, hizo tiempo, regaló la pelota. Incluso perdió a un hombre por expulsión: Romagnoli, que había entrado por Correa, vio la tarjeta roja por una agresión a Moreno. Se marchó entre lágrimas; tal vez porque pudo haber sido su último partido con la camiseta de San Lorenzo. El Pipi volvía tras cuatro fechas de suspensión.
El Ciclón se aferró entonces al resultado. Defendió y defendió. Se aferró a la historia. Y, tras 26 años, volvió a estar entre los cuatro mejores del continente.