El papa argentino arribó la aeropuerto de Río de Janeiro y comienza su primera visita como Sumo Pontífice. Una semana muy activa
A las 16:00, hora de Argentina, puntualmente, el papa Francisco llegó a Brasil para iniciar su primera visita pastoral como Sumo Pontífice al país con mayor cantidad de católicos del mundo.
En una ceremonia muy distendida, la presidenta de Brasil Dilma Rousseff lo recibió en la pista del aeropuerto y juntos saludaron a las autoridades y miles de personas que fueron a recibirlo.
En esta visita Francisco presidirá la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) e intentará mostrar una nueva imagen con miras a recuperar la pérdida de fieles sufrida en los últimos años.
El Sumo Pontífice llegará este lunes a Rio de Janeiro a las 16:00 hora local y será recibido poco después por la presidenta brasileña, Dilma Rousseff, en el Palacio Guanabara.
esta visita también se enmarca en la primera gran aparición pública de francisco luego de estos primeros cuatro meses de pontificado y que se enmarcan en una gran cambio en el Vaticanos con decisiones que apuntan a un nuevo perfil de la Iglesia.
Sin embargo, también el viaje tomó un fuerte tinte político productod e las protestas sociales en brasil de gran parte de los ciudadnoas contra los gastos del gobierno con referencia al la organización del Mundial de fútbol 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016.
Esto se vio reflejado en protestas sociales hace un mes durante la disputa de la Copa de las Confederaciones y que se teme se pueda reproducir esta semana por el impacto mundial que puede tener la visita del papa y que mucho creen Francisco no va ignorar.
Asimismo, se espera la visita de varios mandatario de la región, entre ellos la presidenta Cristina Fernández, lo que hace inevitable las referencias políticas a la visita papal.
Esto generó un gran despliegue de seguridad, por temor a incidentes y atentados , y por eso las medidas creciendo. Cerca de 30 mil efectivos de las Fuerzas Armadas y de seguridad, con barcos de guerra, aviones de combates y helicópteros tendrán la ardua tarea de custodiar al Papa y de que todo se desarrolle sin mayores alteraciones.
Para el gobierno de Brasil, la visita de la máxima autoridad de la Iglesia católica constituye un hecho "histórico" para una América Latina marcada por los problemas del hambre y la pobreza.
Francisco participará en actividades por la JMJ, que se iniciarán este lunes y terminarán el domingo próximo con la asistencia de casi dos millones de peregrinos de todos los continentes.
Según la agenda oficial, el Pontífice se trasladará el miércoles próximo al santuario de Nuestra Señora de Aparecida, en el vecino estado de Sao Paulo, donde presidirá la Santa Misa.
Almorzará con obispos y discípulos de la provincia en el Seminario del Buen Jesús de Aparecida y en su retorno a Río de Janeiro visitará el hospital de San Francisco de Asís de la Providencia.
El jueves próximo recibirá las llaves de esta urbe y bendecirá las banderas olímpicas en el Palacio de la Ciudad y recorrerá la favela del Complejo de Manguinhos, una de las zonas más pobres de Rio de Janeiro.
Posteriormente, en la playa Copacabana se celebrará una fiesta con los asistentes a esta Jornada Mundial de la Juventud católica.
Un día después, el papa confesará a cinco jóvenes en el parque de la Quinta de Boa Vista, se reunirá con reclusos en el palacio arzobispal de San Joaquín, rezará el ángelus en horas del mediodía y en la noche participará en Vía Crucis en Copacabana.
El sábado se celebrará la Santa Misa con los obispos, sacerdotes, religiosos y seminaristas en la catedral de San Sebastián de Río de Janeiro y en la noche tendrá lugar la vigilia de oración con los asistentes a esta JMJ en el Campus de Fe de Guaratiba.
Francisco presidirá el domingo la Santa Misa en dicho campo y antes de abandonar Río sostendrá un encuentro con el Consejo Episcopal Latinoamericano en el Centro de Estudios de Sumaré.
Con esta JMJ el Vaticano y en especial el Papa intentarán mostrar una nueva imagen renovadora, alejada de escándalos, con miras a recuperar la pérdida de fieles, que Brasil cayó del 64 por ciento, fijada en 2007, al 57 por ciento este año, según una encuesta de Datafolha.