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3 de diciembre de 2024
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Fuertes protestas y caos en San Pablo
Más de 10.000 personas marcharon hasta la alcaldía de San Pablo para expresar su indignación por los gastos de la Copa Confederaciones
18 de junio de 2013
Más de 10.000 personas marcharon el martes hasta la alcaldía de Sao Paulo para expresar su indignación por los gastos del Mundial 2014.

La presidenta Dilma Rousseff prometió escuchar a los manifestantes tras un día de históricas protestas en todo el país, y viajó a la ciudad.

La mandataria viajó a San Pablo para reunirse con su padrino político, el expresidente Luiz Inacio Lula da Silva (2003-2010).

Según el diario Folha de Sao Paulo, ambos se encontrarán con el alcalde de San Pablo, Fernando Haddad -también del izquierdista Partido de los Trabajadores- en el aeropuerto de Congonhas para discutir una rebaja del boleto de bus, metro y tren en la ciudad, reivindicación que desató el movimiento de protesta en Brasil.

Rousseff se comprometió a escuchar a los manifestantes luego de que más de 250.000 de brasileños salieran a las calles el lunes contra el alza del transporte y los altos costes del Mundial, en momentos en que se celebra en seis ciudades de Brasil su ensayo general, la Copa Confederaciones.

"Mi gobierno está escuchando esas voces por el cambio. Mi gobierno está empeñado y comprometido con la transformación social", dijo Rousseff.

"Este mensaje directo de las calles es de repudio a la corrupción y al uso indebido del dinero público", afirmó la mandataria, que ha despedido de su gobierno a siete ministros acusados de desvío de dineros públicos.

Porto Alegre, Recife y otras capitales estatales brasileñas anunciaron este martes reducciones en el precio del transporte público tras las multitudinarias protestas.

En Sao Paulo, más de 10.000 manifestantes, según la policía, marcharon desde la catedral hasta la alcaldía.

"Estoy acá porque quiero reclamar por todo ese dinero usado en los estadios. Quiero educación, hospitales, y al menos tener una ciudad más limpia", dijo a la AFP la estudiante Alina Castro, de 18 años.

"No quiero que haya más corrupción. Ni que los brasileños tengan que pagar tan altos impuestos para nada. Falta inversión en educación, salud, transporte", dijo otra joven estudiante, Marina Santos.

Las protestas en Brasil tienen algo en común con las de Turquía o Egipto: "un trasfondo de profundo cambio social, de ascensión de una nueva clase media", dijo a la AFP el economista André Perfeito, de la consultora Gradual Investimentos.

En la última década, 40 millones de personas ingresaron a la clase media -que hoy abarca a más de la mitad de la población- y el país vivió una explosión del consumo y un inédito acceso al crédito.

Otra manifestación más pequeña, sin balance aún de participantes, tenía lugar en Sao Gonçalo, una pequeña ciudad cercana a Rio de Janeiro.

El lunes, los manifestantes intentaron apoderarse de símbolos del gobierno: en Brasilia se subieron pacíficamente al techo del Congreso nacional, en Rio intentaron invadir con violencia la Asamblea legislativa estatal y en Sao Paulo y Curitiba buscaron ingresar a la fuerza en la sede del gobierno estatal.

Fueron las mayores protestas en Brasil desde las manifestaciones contra la corrupción del gobierno de Fernando Collor de Mello en 1992, que renunció durante su juicio político ante el Senado.

La mayoría de las protestas fueron pacíficas, aunque en algunas ciudades, como en Rio, terminaron con violencia, desatada por pequeños grupos, que fueron dispersadas por la policía con gases lacrimógenos, balas de goma y tiros al aire.

Los manifestantes, convocados a través de las redes sociales, son en su mayoría jóvenes con educación superior y apolíticos, y empezaron a salir a la calle pidiendo la revocación del aumento del precio del transporte público en muchas ciudades.

Otras manifestaciones están convocadas para este jueves en varias ciudades del país, incluida Rio de Janeiro, una de las seis ciudades sede de la Copa Confederaciones.

Las protestas podrían afectar a los partidos de la Copa ese día, cuando se enfrenten en el Maracaná de Río España y Tahiti, y en Salvador Nigeria y Uruguay.

"Brasil nos pidió ser sede de la Copa. Nosotros no se lo impusimos", dijo el presidente de la FIFA, Joseph Blatter, citado el martes por el diario O Globo y que fue abucheado junto a Rousseff el sábado pasado, al inaugurar la Copa Confederaciones en Brasilia.