La presidenta dijo que la protesta de la CGT y la CTA no fue "ni siquiera un piquete, sino aprietes y amenazas". "A mí no me corre nadie", aclaró la mandataria, enojada
La presidenta Cristina Fernández tuvo hoy una dura reacción ante el impactante paro realizado por la CGT y la CTA, y lo descalificó al pedir que "no hablemos de piquete, hablemos de apriete y amenaza".
Fernández dijo que "el derecho a huelga es sagrado, pero también es sagrado que cada trabajador vaya a trabajar si quiere".
"A mí no me corre nadie", sostuvo la jefa de Estado.
“ Lo de hoy no fue una huelga o un paro. Ni siquiera fue un piquete. Hablemos de aprietes y amenazas a los trabajadores”, consideró la Presidenta ante el habitual aplauso de ministros, secretarios, el gobernador Daniel Scioli y la concurrencia que agitaba sus banderas a orillas del Paraná. “El derecho de huelga es sagrado, pero también es sagrado que cada trabajador decida qué es lo que quiera hacer”, consideró. Cristina evocó a su madre, ex delegada gremial en el Ministerio de Economía bonaerense, a quien “le tocó convocar a muchas huelgas, pero jamás obligó a alguno a hacer algo contra su voluntad”.
“Por suerte (el paro) fue un fenómeno circunscripto a unos pocos sectores y el bloqueo fue fundamentalmente contra la Capital Federal. En el resto del país la gente estuvo trabajando porque quiere laburar , mejorar y cuidar sus fuentes de trabajo”, minimizó la protesta.
Enseguida, sin nombrarlos, castigó a algunos de los promotores del paro.
“No me imagino a Kosteki ni a Santillán viajando con su familia a Miami”, repitió la acusación que había partido desde el kirchnerismo hace algunas semanas contra Pablo Micheli, aunque él aclaro que había viajado a un congreso en Nueva York.
“No me extrañó cuando recordé que los que atacaron (el café) Tortoni fueron los mismos que quemaron las urnas en Catamarca y le tiraron huevos a esta Presidenta”, recordó episodios que la distanciaron de Luis Barrionuevo. “Estos no son los dirigentes que querían Perón y Evita. Los dirigentes que querían ellos eran representantes de los intereses de los trabajadores”. Cristina recordó que, aquel día de los huevazos, su esposo le comentó que si le pasaba a él “se hubiera agarrado a trompadas y terminaba su carrera”.
“Yo soy una mujer y no me agarro a trompadas, pero me voy a bancar las que me tenga que bancar. A mí no me corre nadie y mucho menos con amenazas, matones o patoteadas”, advirtió a voz en cuello.
Hacia el final intentó bajar unos decibles y regresar al discurso conciliador. “Les pido a todos la unidad nacional, porque cada vez que nos han dividido, han venido primero por el gobierno y después por el pueblo”.
“Creo que lo que estamos haciendo es lo más adecuado a los intereses de Argentina”, escribió un rato después en su cuenta de Twitter. “Si estoy equivocada, el pueblo con su voto va a decidir qué otro modelo o qué otro proyecto quiere seguir”.