Dedicó su vida a cientos de chicos enfermos, y el Papa envió un cardenal a Pergamino para consagrarla beata. Hubo 30 mil personas en una gran manifestación popular
A las 11:37, Crescencia Pérez, la religiosa que dedicó su vida a la educación y cuidado de niños enfermos de tuberculosis, fue proclamada hoy beata en Pergamino por el cardenal Angelo Amato, enviado especial del Papa, en una ceremonia que fue acompañada por una multitud. "Concedemos a la venerable sierva de Dios María Crescencia, virgen, religiosa profesa de la congregación de las Hijas del Huerto, que testimonió la caridad evangélica con sencillez, humildad y dulzura, que de ahora en adelante sea llamada beata", leyó el purpurado en nombre de Benedicto XVI ante una multitud de 30 mil personas.
La hermana Crescencia Pérez se convirtió en la primera católica oriunda de la provincia de Buenos Aires -nació en San Martín- en llegar a los altares y en el séptimo beato argentino.
El último requisito cumplido fue la curación milagrosa por su intercesión de una mujer en Buenos Aires, Sofia Pane, en 1998.
Pane padecía una hepatitis fulminante y le habían dado tres días de vida. Ese fue el último requisito que se cumplió para que Benedicto XVI aprobara su beatificación.
Crescencia nació el 17 de agosto de 1897 y fue bautizada como María Angélica.
Integrante de una familia de doce hermanos, todo el grupo familiar debió trasladarse en 1905 a Pergamino por la enfermedad de su madre en busca de un mejor clima.
En 1924 emite los votos perpetuos y es destinada al antiguo Hospital Marítimo de Mar del Plata, donde se trataban cientos de niños afectados por la tuberculosis ósea.
Crescencia se encargaba de atender a las niñas en el aseo, la alimentación, la educación, la formación religiosa y en su recreación.
Las chicas -para quien ella era una especie de Angel de la Guarda- la querían mucho. Pero Crescencia se involucró tanto que contrajo tuberculosis y fue trasladada a Vallenar, en Chile, donde continuó su labor en la farmacia y la cocina del Hospital Naranjo, sin contacto con los internados.
Pero contrajo bronconeumonía. Sus últimos tres meses de vida fueron de gran sufrimiento, bajo estrictas condiciones de aislamiento. Murió el 20 de mayo de 1932 y cientos de personas en las calles le dieron el último adiós. Sus restos fueron llevados en 1983 a Pergamino.