En el nuevo escenario del baile en la arena, jugó al fútbol, se partió una uña y armó todo un espectáculo aparte con un hecho casi menor. El gran bufón
No fue el nuevo baile en la arena, que con su originalidad llenó con 143 metros cuadrados el estudio de Ideas del Sur, no fueron los buenos bailes de algunos participantes, ni tampoco el partido de fútbol que jugó con Alexander Caniggia.
La gran atracción de Marcelo Tinelli en bailando 2012 fue su uña del pie rota, convertida en el punto extremo del show.
El animador se lastimó el pie durante el "fulbito" y esa lesión derivó en caída aparatosa, ingreso del médico, camilla, tensiómetro y casi ambulancia, todo por una uña que se partió y se mostraba en primer plano.
El rating se disparó y una vez más Tinelli demostró que el show es él y su presencia y juego hace crecer el show, inclusive con pasos de comedia improvisados.
Toda esta "realidad" se vivió la noche del viernes en el marco de una nuevo escenario de baile donde el estudio simuló ser un desierto, para que los participantes interpretaran sobre arena las coreografías con movimientos de danzas árabes.
Tras la presentación de Magui Bravi y Jorge Moliniers, quienes abrieron la gala con un tema de Shakira y recibieron elogios de parte del jurado, llegó el gran momento del show.
Tinelli junto a Marcela Feudale desafió a un partido de fútbol contrsa Alexander Caniggia y Sofía Macaggi.
Tinelli corrió, pateó, cabeceó, le hizo marcaciones a Feudale, se revolcó en la arena y… Sobre todo, se divirtió como un chico. En una caída, se lastimó el codo y se arrancó parte de la uña del dedo gordo de un pie, dado que jugaba descalzo.
Lejos de disimular el percance, Tinelli mostró su uña maltrecha en primer plano y siguió jugando, pero ya no a meter goles sino al futbolista lastimado.
Con sus indiscutidas dotes de comediante, improvisó un sketch: llamó al médico, se hizo desinfectar y vendar la uña, le tomaron la presión y lo pasearon por el estudio en camilla, mientras él hacía acotaciones y daba directivas.
A esa altura ya nadie se acordaba del concurso de baile, porque la diversión de Tinelli con su propia ocurrencia terminó siendo contagiosa: tanto se lo veía disfrutar en ese juego repentino que daban ganas de seguirle el tren.