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3 de diciembre de 2024
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Lavagna advierte un riesgo de "Rodrigazo"
El ex ministro, artífice de la recuperación tras el 2001, cree que la búsqueda de dólares es "la fiebre y no la enfermedad". La economía en un tobogán
10 de junio de 2012
El ex ministro de Economía Roberto Lavagna, considerado el verdadero responsable de la recuperación tras la crisis del 2001/2002, advirtió que si la presidenta Cristina Fernández continúa por este camino hay riesgo en la Argentina de caer en una nuevo "Rodrigazo", la megavaluación con baja de salarios que destruyó la economía y los sueños de millones de argentinos durante el gobierno de Isabel Perón en los 70.

En una entrevista con Perfil, le preguntaron:

—Usted ha recordado el Rodrigazo de 1975 (cosa de la que los jóvenes quizás ni han oído hablar). Yo recuerdo que en el periodismo llegamos a estar tres meses sin cobrar. Algunas empresas se endeudaron con préstamos para poder pagar. ¿Esto podría volver a darse?
— Esperemos que no. Justamente el sentido de lo que yo escribí es tratar de demostrar que la economía argentina hoy está (como yo llamé) en “falsa escuadra”. El conjunto de los precios de la economía está muy desordenado, nadie está conforme y precisamente hace falta hacer un cambio de política económica para no llegar a situaciones como la de 1975, cuando también todos los precios estaban desordenados. No se trata de hacer un pronóstico pero sí de aprender del pasado y decir “cuidado: si no cambiamos la forma en la que se está conduciendo, corremos los riesgos de llegar a esta situación”.

- Es éste, en muchos aspectos, un momento de incertidumbre económica. ¿Se debe particularmente al bloqueo de la compra de dólares, o a las consecuencias que no deja de traer?
—La compra de dólares es algo así como la fiebre. La fiebre no es necesariamente la enfermedad. La enfermedad es otra. La fiebre es su manifestación. Y, en este caso, ¿la manifestación de qué? Bueno, yo diría que es la manifestación de una economía en la que ya no hay superávit fiscal en la caja (en pesos) del Gobierno. Ni tampoco de la Nación o de las provincias, que están en una situación muy compleja. Ya no hay tampoco dinero. Hay déficit en la cuenta corriente, que viene a ser la caja en dólares del país. De manera tal que empieza a emerger una serie de problemas que se han ido generando a partir sobre todo del año 2007, y que la sociedad no percibía. La sociedad no tiene por qué comprender técnicamente ciertas cosas, pero ahora los problemas emergen. Y cuando esto ocurre, la gente tiene memoria. Recuerda que, en los últimos veinte años, en tres oportunidades los depósitos –de alguna manera– fueron tomados. Me refiero a 1982, 1991 y a la crisis de 2001. Entonces, ante la emergencia de los problemas, la gente dice: “Han pasado diez años, ¿volverá a ocurrir algo similar?”, y empieza a reaccionar de una manera totalmente lógica y racional, tratando de proteger lo que seguramente le ha costado mucho trabajo ganar.

—¿Y qué debería modificarse para cambiar una cultura-dólar por una cultura-peso? ¿O no habría que modificar nada?
—No se puede borrar la historia. Uno no puede pretender que los argentinos no se acuerden. No se puede intentar esto con un lavado de cabeza. Las cosas que han ocurrido en el pasado reciente, por ejemplo. Cuando uno tiene que hacer política económica también tiene que incorporar los datos de la realidad histórica. Saber y entender cómo va a reaccionar la sociedad. Por ejemplo, saber que la sociedad argentina reacciona de una manera mucho más compleja que la sociedad brasilera, donde seguramente hablar en dólares es algo muy poco corriente. Es más: le diría que, si a veces uno quiere pagar allí en dólares, se los rechazan. Bueno, las sociedades son distintas. Como también la sociedad francesa es totalmente diferente de la sociedad alemana. En estos casos no se puede hacer exactamente la misma política económica, porque las reacciones de la gente, en función del pasado y en función de su historia, son diferentes. Pretender en Argentina que, por la vía de un discurso, vayan a pesificarse los ahorros es un absurdo. La gente sólo va a reaccionar manteniendo pesos si el nivel del confianza aumenta. De hecho, en los últimos años no ha habido dolarización porque la gente todavía mantenía un cierto grado de confianza; la economía crecía y demás. Cuando advierte que han estado ocurriendo cosas (como este déficit del que hablábamos) que muestran que había desequilibrios profundos, la gente, en previsión, comienza a volver al refugio habitual, que es el dólar. En todo caso, aquí hay que cambiar los comportamientos de los que hacen política económica, ya que su función central es generar confianza en la población.


—Hemos leído en “The Economist” que faltaban dólares en caja, y que por eso se han tomado estas medidas. ¿Es cierto?


—Sí, efectivamente. El superávit fiscal en la cuenta en pesos ya se perdió en el año 2009; a partir de allí hay déficit. Y el superávit que había en la cuenta en dólares se perdió a partir del año pasado. Esa cuenta está muy afectada por un gran fracaso de esta administración. Me refiero a la política energética: Argentina era un país que tenía autosuficiencia, e incluso era exportador de energía. Ahora hemos empezado, ya desde hace un año y medio, a ser netos importadores, y se prevé que este año habrá que usar entre 11 mil y 12 mil millones de dólares para comprar gas.

—¿Y cómo se le devuelve la calma a la gente?
—Las medidas aisladas, los parches, son lo peor que puede haber. De hecho, esto se ha venido haciendo en los últimos años. Una política económica y social es como un mecanismo de relojería, donde cada engranaje tiene un valor, y si ese engranaje no funciona bien… Ese engranaje tiene que coincidir con el resto de los engranajes para que las agujas se muevan en el sentido que se tienen que mover. Y la política económica es así. De manera tal que lo que hace falta es pensar en términos integrales, en la cuestión fiscal, en el tema de la inversión, del empleo, de la alta inflación. Es decir que todo eso debe ser abordado simultáneamente, y si uno tiene éxito al hacerlo, la presión sobre el dólar habrá de desaparecer. Le explico: no va a desaparecer porque alguien hizo un discurso o porque sacó la policía a la calle, sino porque la población recupera confianza en quienes conducen el país.

—Algunos prevén que para fin de año vamos a estar todavía más apretados. ¿Usted qué cree?
—Si no hay cambios, sí. Mire, en noviembre de 2011, cuando se preparaban en general las estimaciones acerca del 2012, había una coincidencia de un nivel de crecimiento bastante más alto que lo que se está prediciendo en este momento, y también se hablaba de una inflación más baja. Hoy, como pronóstico, la inflación ha subido del 18 al 25% anual, y el crecimiento ha sido bajado de 4 o 5% a un 3%. De manera tal que la tendencia está fijada y, salvo que haya alguna decisión de política y de política económica distinta que logre cambiar el clima, la tendencia es una sola. Estamos en un tobogán. Y los toboganes no van para arriba, sino para abajo.


—Esto, claro, afectaría el empleo…


—Sí. Ya lo está afectando. A tal punto que, en realidad, los últimos dos años y medio o tres, a pesar de que todavía había crecimiento y demás, el empleo fue creado sobre todo por el sector público. Me refiero al sector nacional, provincial y municipal (con mucha incidencia del provincial y el municipal), al extremo de que hoy el empleo público tiene más personas que todo el empleo de la industria argentina.

- ¿No se podría reducir el gasto público?
—Sí, por supuesto. Mire, le voy a dar dos ejemplos concretos: en diciembre de 2005 los subsidios a la energía y al transporte (estamos hablando de subsidios sociales) eran de 3.500 millones de pesos. El año pasado fueron de 76 mil millones de pesos, multiplicado por 22 veces en cinco años. Muchos de esos subsidios llegan a sectores sociales que no los necesitan. Otro ejemplo es el caso de las jubilaciones que se dieron sin aportes. Fueron más de dos millones, lo cual puede ser razonable, pero lo que es menos razonable es que 200 mil de esas jubilaciones fueron a parar a sectores de altos ingresos. Y esto en un país que tiene todavía un 25% de población debajo de la línea de pobreza. Digo entonces que no sólo el gasto público es muy alto, sino que las prioridades en el reparto del gasto público son claramente incorrectas.


—También entre las preocupaciones de los últimos meses surge el tema inmobiliario, que influye directamente como fuente de trabajo de la construcción.


—Sí, claro. Las transacciones inmobiliarias en Argentina se hacen en dólares desde hace muchas décadas. No es una novedad de ahora, y justamente tiene que ver con toda esa historia de crisis y de inflaciones que ha tenido la Argentina. Frenar las operaciones en dólares y demás frena, a su vez, la actividad de la construcción, y recordemos que la construcción es una gran creadora de empleos sobre todo para gente que, por diversas razones, lamentablemente no ha tenido instrucción ni posibilidades de formarse en otras materias, y es fundamental poder darle a ese sector de la sociedad un empleo digno.