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21 de noviembre de 2024
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Espían a políticos, jueces, dirigentes sociales y periodistas
La lista incluye a adversarios de la Rosada pero también a aliados. Desde la Secretaría de Inteligencia niegan ser los responsables de la operación
13 de agosto de 2011
Una parte de la dirigencia política, de los líderes sociales o territoriales, también periodistas, jueces y montones de extranjeros, han sido víctimas del espionaje ilegal, y probablemente lo sigan siendo. Todas las sospechas apuntan a alguno de los servicios de Inteligencia del Estado, en especial la Secretaría de Inteligencia.

¿De qué se habla en una asamblea piquetera? ¿Tiene amantes tal funcionario? ¿Cuáles son los contactos del ministro X? ¿Para qué se reunen los dirigentes vascos? ¿En qué anda tal opositor o cuáles son las debilidades del aliado de turno?

De eso y de un montón de inquietudes más parece ocuparse el espionaje argentino, al menos entre los años 2002 y 2006, período sobre el cual se subieron a Internet miles y miles de documentos, fotos y escuchas telefónicas, informó el diario Clarín.

Entre los damnificados figuran muchos hombres del Gobierno, como José Pampuro (entonces ministro de Defensa) o Alberto Fernández (era jefe de Gabinete), hasta aliados como Martín Sabbatella, pero también jueces federales como Daniel Rafecas, piqueteros oficialistas (Luis D’Elía) y enfrentados al gobierno (Juan Carlos Alderete), además de muchos otros, entre periodistas, senadores, militantes de partidos de izquierda y hasta madres reunidas para denunciar el gatillo fácil.

Lo presentaron como un contraataque y vaya si lo fue. La página Web www.leakymails.com fue creada en mayo pasado para este fin, el de divulgar correos electrónicos vulnerados, fotos íntimas, conversaciones telefónicas e incluso “Carpetas” con datos privados de personajes públicos y no tanto.

El miércoles, a raíz de una denuncia del Ministerio de Seguridad por “violación de Secreto de Estado”, el juez federal Sergio Torres ordenó el inmediato bloqueo de la misteriosa página.

Pero, al parecer, no es esa una tarea sencilla y los administradores de la web -cuya identidad nadie conoce- respondieron con todo.

Amanecieron cargando más información sensible, que según ellos corresponde a los archivos secretos de la Secretaría de Inteligencia.

¿Quiénes son realmente los autores del espionaje? Nadie puede estar seguro, menos aún en medio de este extrañísimo acontecimiento, del que no hay antecedentes comparables.

Fuentes de la Secretaría de Inteligencia desmintieron a Clarín tener alguna responsabilidad y se defienden con un dato cierto aunque para nada definitivo, esto es, que ninguno de los documentos revelados contiene sello de origen o alguna marca que permite conocer a sus autores.

Eso sí, la lectura de la información no deja dudas: tiene que ser responsabilidad de algún aparato de Inteligencia oficial, sea de la SIDE, de las Fuerzas Armadas o policiales. De otro modo, no hay manera de explicar una cobertura de objetivos tan amplia.

El material empieza en el turbulento 2002, cuando el país era gobernado por Eduardo Duhalde y la sociedad clamaba aún por el ‘que se vayan todos’. De esos tiempos hay registro de un listado detallado de todas las asambleas barriales del país.

En 2003, el espionaje se concentró en las organizaciones piqueteras, de gran influencia en ese tiempo, en especial en la Corriente Clasista y Combativa (CCC) que conduce Juan Carlos Alderete, al que seguían a marchas y asambleas. Alderete es uno de los que tiene “carpeta”, esto es, un archivo completo con datos íntimos, vaya uno a saber si ciertos o inventados. Ni siquiera Luis D’Elía se salvó de una investigación aparentemente rigurosa. Y se exhibe una lista digna de los años de la gran represión , con 1.419 “dirigentes sociales, territoriales, sindicales y religiosos combativos identificados ”. Esa lista es de fines de 2003, cuando los servicios de Inteligencia ya dependían de Néstor Kirchner.

Entre los objetivos, llama la atención la enorme cantidad de correos electrónicos intervenidos y el nivel de observación existente sobre algunos grupos sociales específicos. El seguimiento es permanente sobre la comunidad iraní (se presume que por el atentado a la AMIA), pero también sobre la comunidad vasca (¿acaso buscando lazos con el terrorismo de ETA?), sobre la irlandesa y sobre diplomáticos de distintos países, entre otros Venezuela y Marruecos.

De los grupos políticos, los preferidos de los espías siguen siendo, como en tiempos de la Guerra Fría, los de tendencia de izquierda. El Polo Obrero es objeto de fotos en marchas y actos, y sus dirigentes son señalados en apuntes que se archivan. Lo mismo vale para la Agrupación Quebracho, seguida de cerca al menos desde el 2002.

En 2006, se apuntan en un archivo los datos del teléfono celular de Hebe de Bonafini, ya entonces una figura central del universo kirchnerista. ¿Le habrán pinchado el telefono a Hebe? No surge más información, pero no sería raro, ya que muchos de los espiados son funcionarios o han sido funcionarios del gobierno, como Pampuro, al que le intervinieron el correo privado y le robaron fotos familiares. También Martín Sabbatella, aliado K y sometido a otra “carpeta”, al parecer con muchos errores.

El Poder judicial, se sabe, es siempre un actor clave del poder. La “carpeta” sobre el juez federal Daniel Rafecas es acompañada por un listado de todas sus entradas y salidas del país , desde 1987 hasta el 2006. Es evidente que la fuente es de Migraciones o de algún organismo con mucho acceso a las bases de datos del sector público. Otro juez espiado -hay fotos de su departamento- es Guillermo Gordo, del Tribunal Oral Federal que juzgó el atentado a la AMIA y que hace unos días, casualmente, absolvió a Gustavo Beliz (ex ministro de justicia) en una causa que había iniciado Jaime Stiuso , el más famoso y poderoso de los espías de la SIDE.

Entre los periodistas fue afectado Daniel Santoro, de la redacción de Clarín , y otros. También se han intervenido los correos electrónicos de militares (en especial de los retirados) y hay una carpeta que parece contener información del ya muerto Emilio Massera.