Tres de cada diez admiten que engañaron a sus parejas. La mayoría dice que disfrutó el encuentro con su amante. Se empieza a vivir como algo natural
La infidelidad femenina empieza a naturalizarse en una sociedad marcadamente machista. Para casi todas, la lealtad es muy valorada, pero muy difícil de cumplir.
Tres de cada diez mujeres argentinas consultadas confesaron haber sido infieles en algún momento.
Según revela la encuesta sobre infidelidad que realizó D’Alessio Irol, los espacios que ya tienen impronta femenina también incluyen a las relaciones de pareja.
Ya no buscan en el otro la contención que sus novios o maridos dejaron de darles. Lo que las motiva es el atractivo físico del “tercero en discordia”.
Los hoteles están primeros en el ranking de encuentros y la casa de él, en segundo lugar. Y las mujeres no dejan huella: sólo dos de que cada diez dicen que fueron descubiertas.
La infidelidad, desde el punto de vista psicológico, indica un debilitamiento de los lazos emocionales que unen a una pareja y que en general se vive como una traición.
La novedad es que la culpa, a contramano de otras épocas, ahora está ausente: menos de la mitad dijo haberse sentido culpable.
Fabiana Porracín, psicóloga y antropóloga, lo celebra: “Es que ese es el sentimiento que sirve para que se obedezcan los mandatos sociales y familiares. Que la mujer se esté sacando de encima el concepto de sexo como prohibición, como algo vergonzante, habla de la autodeterminación de la mujer. Ese es el camino hacia la igualdad”.
León Gindín, profesor de Sexualidad y Salud de la Universidad Abierta Interamericana, prefiere hablar de “relaciones simultáneas dentro de la pareja” y dice que en resultados, la encuesta se quedó corta. “Que la mujer sea más discreta no quiere decir que sea más fiel.. Mientras ellos lo cuentan, ellas se lo reservan”, señala el sexólogo.
"La infiel no deja de amar a su pareja, simplemente va a buscar lo que le falta: el cortejo que antes estaba y ahora no, por ejemplo. Esa nueva relación le cambia el humor, la pone linda”, explica Silvina Valente, ginecóloga y sexóloga del hospital de Clínicas y miembro de la Sociedad Argentina de Sexualidad Humana.
A pesar de este nuevo escenario que plantea libertades, la mujer sigue siendo fácil de estigmatizar.
“Al hombre mujeriego se lo admira, se lo felicita. Pero la mujer que despliega sus deseos es una puta, una mala mujer. Y ni hablar si está embarazada. Ahí ya no hay insulto que alcance para denigrarla”, observa la psicóloga Adriana Guraieb, de la Asociación Psicoanalítica Argentina.