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21 de noviembre de 2024
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Su última aparición pública fue en el Congreso de la Lengua
Ernesto Sábato tuvo su última aparición pública en el Congreso de la Lengua realizado en Rosario en 2004. Desde allí se recluyó en su casa de Santos Lugares
30 de abril de 2011
El 21 de noviembre de 2004 se produjo la última aparición pública de Ernesto Sábato que sucedió en el cierre del III Congreso de la lengua que se realizó en Rosario, donde fue homenajeado por José Saramago y con su emoción hizo llorar a muchos participantes.

En ese momento el escritor tenía 93 años y aún podía movilizarse por sus medios, luego de esa presentación, ya con problemas de salud, se recluyó hasta su muerte en su casa de Santo Lugares.

El autor de célebres novelas como "El túnel" y "Sobre héroes y tumbas" fue homenajeado por la Real Academia Española por su extensa trayectoria y recibió una distinción entregada por la entonces senadora y presidenta honoraria del Congreso, Cristina Fernández de Kirchner.

Sabato, fue recibido por un auditorio que lo aplaudió de pie y que desbordó las instalaciones del Teatro El Círculo.

Ante tanta ovación, el escritor no pudo contener las lágrimas, se puso de pie y agradeció con gesto emocionado.

El escritor José Saramago, designado para recordar la trayectoria de su colega argentino, dijo haberse topado por primera vez con "El Túnel" en "las postrimerías de los años 50, en un desaparecido café de Lisboa, donde me reunía con amigos para hablar de libros en voz alta, y de política en voz baja".

El autor portugués llamó a Sabato "mi hermano mayor", y resaltó su "implacable creencia en la razón.

"Entre el temor y el temblor en que nuestras vidas discurren, la tuya no podía ser una excepción. Alguien, que siendo tan humano, se niega a absolver su propia historia. Alguien que, asimismo, no se perdonará nunca su condición de hombre", señaló.

Por su parte, Víctor García de la Concha, presidente de la Real Academia Española, dijo no tener palabras para calificar a Sabato: "Qué paradoja que un director de la RAE diga que no tiene palabras".

Y afirmó que se sintió "como Cervantes a la hora de escribir el prólogo de su primera edición del Quijote, con el papel delante, la pluma en la oreja, el codo en el bufete y la mano en la mejilla".