Son unos 300 técnicos que tratan de evitar la catástrofe en la zona más afectada por la radiación. Enviaron mails dramáticos de despedida a sus familiares
Los 300 trabajadores que están dentro de la zona más afectada por el terremoto en la central nuclear de Fukushima saben que su destino está escrito.
Tarde o temprano, haber estado sometidos a niveles altísimos de radiación los convertirá en cadáveres.
“Esto es el infierno. Todo lo que se puede hacer es trepar hasta el cielo”, escribió a un familiar uno de los especialistas que convive hora tras hora con los altísimos niveles radiación.
Tras denodados esfuerzos por contener la fuga de radiación, los 300 ingenieros jubilados y bomberos que desde el pasado 11 de marzo trabajan en turnos rotativos,
sólo “esperan morir” ante los altos niveles de radiación a los que están diariamente expuestos.
En una serie de correos electrónicos revelados por la prensa, los héroes de Fukushima revelan sus sentimientos más profundos.
“Vamos a morir. Llorar es inútil. Si estamos en el infierno ahora todo lo que se puede hacer es trepar hasta el cielo. Por favor, tengan cuidado con la fuerza oculta de la energía nuclear. Me aseguraré de que vayamos a recuperarnos”, asegura uno de los operarios.
“Mi hijo y sus colegas analizaron su situación y se resignaron a morir si es necesario”, le confió la madre de uno de los trabajadores a The Daily Telegraph.
“La ciudad en la que vivo fue arrasada por el tsunami. Mis padres fueron arrastrados por el tsunami y aún no sé dónde están. Estoy encadenado en un trabajo extremadamente duro bajo estas condiciones mentales. ¡No puedo más!”, afirma otro empleado de la planta administrada Tepco.
“Esto es como una zona de guerra”, dispara otro.
En otro sorprendente testimonio de los “samurais de Fukushima”, un trabajador de mantenimiento de 31 años reveló a la cadena BBC cómo vivió el sismo dentro de las instalaciones de la planta.
“La maquinaria pesada, las grúas, temblaban por encima de nuestras cabezas. Después de tres minutos se cortó la electricidad. El temblor se prolongó y fue feroz”, dijo.
El gobierno de Naoto Kan confía evitar que la crisis nuclear llegue al mortal nivel 7, el mismo que recibió Chernobyl en 1986.
Sólo el “yamato-amashii”, el ancestral espíritu japonés de autosacrificio y valor, acompaña a los 300 trabajadores anónimos en su titánica batalla contra la radiactividad.