Fue el plan que frenó la hiperinflación pero desató, una década después, una crisis socioeconómica terminal. La fantasía frustrada de que un dólar valía un peso
El gobierno del ex presidente Carlos Menem por iniciativa del entonces ministro de Economía Domingo Cavallo, inicio hace exactamente 20 años el plan de convertibilidad de la economía argentina que frenó la hiperinflación, construyó el ficticio país del "uno a uno" y una década después desencadenó uno de las crisis más profundas del país.
Con esta determinación el gobierno de Menem también encontró una vuelta a una economía que no podía sostener desde la llegada al poder en julio de 1989 y que necesitaba de urgente una solución política.
La decisión del cambio de sistema comenzó tres días antes cuando uno dólar se puso al valor de 10.000 australes, el valor vigente en ese momento, y a partir del 1 de abril de 1991 entró en vigencia el peso, la nueva moneda, que construyó la simbolismo preferido de Cavallo: "un dólar, un peso".
La convertibilidad tuvo una gran virtud: logró frenar el flagelo de la hiperinflación en una Argentina que venía azotada por la escalada del dólar, las corridas bancarias y la inestabilidad financiera.
Nadie que haya transitado por esa fabulosa mutación que experimentó el modelo económico puede desconocer en su fuero íntimo el alivio que generó, al menos en sus inicios.
Con el correr de los años quedó claro que el germen de la destrucción del modelo era, paradójicamente, el propio modelo.
La Argentina es el país de los extremos: por eso no extrañó que se haya pasado en cuestión de unos pocos años de la hiperinflación al “hiperdesempleo”.
La apreciación del tipo de cambio, junto a la apertura indiscriminada de la economía, la flexibilización laboral extrema y el contexto externo poco favorable hicieron el resto.
La prometida “cirugía mayor sin anestesia” se materializó. Privatizaciones, boom de consumo (importado), hiperendeudamiento y una suerte de revival del “deme dos” terminaron de condimentar la ensalada.
La Argentina se fracturó como pocas veces entre los que veraneaban en Cancún y los que perdían su trabajo al cerrar la fábrica en la que trabajaron toda la vida.
Los especialistas coinciden en que debería haberse aplicado una salida gradualista del tipo de cambio uno a uno, y que el momento ideal habría sido cuando se produjo la devaluación en Brasil.
Es que la fuerte devaluación de Brasil en enero de 1999 dejó a la Argentina en off-side y aceleró en forma dramática la pérdida de competitividad.
En 1999 ganó las elecciones la Alianza, en especial porque su candidato, Fernando de la Rúa, defendió enfáticamente la vigencia del uno a uno, mientras que el oponente peronista, Eduardo Duhalde, insinuaba la necesidad de implementar una salida ordenada del tipo de cambio fijo.
Con un aparato productivo semiparalizado, un desempleo que orillaba el 25%, la pobreza en niveles altos y un endeudamiento feroz que consumía las reservas del Banco Central, persistir en el esquema de convertibilidad fue la partida de defunción del modelo de tipo de cambio fijo y también representó el fin de la experiencia de la Alianza.
Ni siquiera el manotazo de ahogado de volver a convocar a Cavallo en marzo del 2001, y darle todo el control, permitió salvar a la economía del naufragio.
En diciembre del 2001, diez años y ocho meses después de ponerse en práctica, el plan de convertibilidad llegaba a su fin.