La colección, aunque desprovista de objetos personales o instrumentos que hayan pertenecido a los Beatles, logró miles de visitantes en pocas semanas
Pelucas, botas, cartas y hasta condones con la imagen de John y Yoko, integran una colección de 2.500 objetos sobre la vida y discografía de los Beatles que se exhibe en Buenos Aires, meca mundial del tango, en el primer museo de América latina dedicado a los Cuatro de Liverpool.
La colección, aunque desprovista de objetos personales o instrumentos que hayan pertenecido a los Beatles, logró miles de visitantes en pocas semanas desde su apertura en un centro cultural a metros del Obelisco, sobre la céntrica avenida Corrientes, en un territorio que alguna vez fue tanguero.
En las vitrinas, recorridas con avidez por un puñado de turistas, se mezclan como en botica autógrafos, fotografías, pelucas, miniaturas de los Cuatro Fabulosos, porcelanas con sus rostros, partituras y las tapas de sus primeros discos.
Sobre una pared pende para el asombro de fans, la colección completa de los primeros discos lanzada en los años 60 en Estados Unidos por el sello Vee-Jay Records, cuando el frenesí por la banda integrada por John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr cruzó el Atlántico y estremeció a toda América.
También hay piezas históricas como uno de los 5.000 ladrillos subastados tras la demolición en 1983 del mítico club The Cavern, donde el grupo saltó a la fama en 1961, en Liverpool.
O una baldosa de Strawberry Fields, el orfelinato que inspiró la canción de Lennon editada en 1967 en un legendario simple junto a Penny Lane, y hasta un trozo del escenario del Star Club de Hamburgo, Alemania, donde la banda dio sus primeros recitales, todavía con Pete Best como baterista.
Para los que hurgan por detalles más personales, el museo exhibe una carta de Mimí Smith, la tía de Lennon donde se refiere a su sobrino cuando era niño y otra de Luisa, la hermana de Harrison, en la que alude a una presentación del grupo en el Paladium de Londres.
Pero también hay lugar para cientos de piezas banales que el fanatismo coloca en lugar de culto como prendedores, figuritas, lapiceras, relojes, goma de mascar y los más insólitos objetos conmemorativos, testimonios del frenesí comercial que desató la Beatlemanía desde su irrupción en los 60.