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3 de diciembre de 2024
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Habitantes de comunidad de Ecuador sin cáncer ni diabetes
Son de una comunidad al sur del país sudamericano, llamado Loja, y sus habitantes no superan el metro de altura. Los estudiaron 24 años y anunciaron resultados
18 de febrero de 2011
Los habitantes de un poblado de Loja, en el sur de Ecuador, son portadores de una mutación que, según algunos científicos, podría revelar datos para conocer las claves del cáncer, la diabetes y el envejecimieno.

Estos aldeanos son de talla muy pequeña –en general miden menos de 90 centímetros– y sufren un trastorno que se conoce como síndrome de Laron o enanismo de Laron.

Probablemente son descendientes de conversos, judíos sefardíes de España y Portugal que se vieron obligados a convertirse al cristianismo , pero que de todos modos fueron perseguidos por la Inquisición en épocas antiguas. Su particularidad más notoria es que están casi completamente exentos de dos enfermedades relacionadas con la edad: cáncer y diabetes.

Un grupo de 99 aldeanos con síndrome de Laron fue estudiado durante 24 años por Jaime Guevara-Aguirre, reconocido diabetólogo ecuatoriano. Este médico los descubrió mientras iba a caballo hacia una aldea de montaña a la que no llegan los caminos. La mayoría de estas aldeas están habitadas por indígenas, pero los miembros de esta comunidad son descendientes de europeos con apellidos españoles típicos de los conversos.

Mientras acumulaba datos de salud sobre sus pacientes, Guevara-Aguirre advirtió un llamativo patrón: aunque el cáncer era frecuente en las personas que no tenían la mutación de Laron, los que sí la tenían casi nunca se enfermaban de cáncer. Y nunca sufrían de diabetes, aun cuando muchos eran obesos, una consecuencia muy frecuente entre quienes tienen esta enfermedad.

“Descubrí esta población en 1987 –dijo Guevara-Aguirre en una entrevista desde Ecuador–.

En 1994 advertí que estos pacientes no tenían cáncer, a diferencia de sus parientes . Algunos me decían que eran demasiado pocos para plantear cualquier hipótesis. Me decían: ‘Tenés que esperar diez años”, así que esperé. Nadie me creyó hasta que llegué a Valter Longo en 2005”. Longo, investigador del envejecimiento de la Universidad del Sur de California, vio que los pacientes ofrecían la oportunidad de estudiar en seres humanos las mutaciones genéticas que hacían que los animales de laboratorio vivieran mucho más de lo habitual. Y eso fue lo que hizo junto al médico Guevara-Aguirre. Los resultados de su trabajo ya están publicados en la revista Science Translational Medicine.

Andrzej Bartke, gerontólogo de la Universidad del Sur de Illinois, dijo que los estudios realizados y las conclusiones son “muy importante” y que los autores habían hecho un excelente trabajo al generar datos de calidad.

“Esto encaja con lo que sabemos a partir de estudios realizados con animales sobre la relación de la hormona del crecimiento con el envejecimiento, porque tanto el cáncer como la diabetes están relacionados con el envejecimiento”, dijo Bartke.

El ratón más longevo del que se tenga registro es uno estudiado precisamente por Bartke. Tenía un defecto en el gen receptor de la hormona de crecimiento, tal como los pacientes de Laron. “Le faltaba una semana para cumplir cinco años cuando murió”, explicó. El ratón vivió el doble de lo usual y le valió a Bartke un galardón otorgado por la Methuselah Foundation (Fundación Matusalén, que premia los avances en terapias de prolongación de la vida) en 2003.

Es notable cómo estos estudios sobre la protección contra el cáncer y la diabetes que tendrían los integrantes de esta comunidade se relacionan con la longevidad. Harry Ostrer, genetista de la Universidad de Nueva York que está estudiando el grado de parentesco sefardí de las personas con síndrome de Laron, dijo que había visto a varios de los pacientes del médico Guevara-Aguirre en Quito y que tenían “una apariencia notablemente juvenil”.