Pinochet era considerado un militar leal por el presidente socialista de Chile pero lo derrocó tres semanas después de ser nombrado jefe del Ejército. Allende murió asesinado
El general Augusto Pinochet era considerado por el presidente socialista Salvador Allende como un militar leal a su Gobierno cuando lo nombró jefe del Ejército de
Chile, tres semanas antes de ser derrocado por el golpe que encabezó el 11 de septiembre de 1973.
Aunque nunca tuvo una actuación sobresaliente en su carrera militar, sucedió en el mando militar al general Carlos Prats, que se desempeñó como ministro de Interior y renunció al Ejército el 23 de agosto de 1973.
Pinochet, que falleció este domingo, asumió la jefatura del Ejército dos días después, recomendado por el mismo Prats, quien aseguró al mandatario que pertenecía al bando de los "leales" y que no participaba de los planes que se fraguaban al interior de la institución para derrocarlo, según múltiples testimonios.
"Creía honestamente que dicho general compartía con sinceridad mi acendrada convicción de que la caótica situación chilena debía resolverse políticamente, sin golpe militar, ya que esto sería su peor solución", escribió el general Prats en sus memorias.
El analista político Patricio Navia explicó a la AFP que Pinochet fue nombrado en el cargo porque "no era parte de los golpistas ni tampoco era parte de los que pudieran opacar al general Prats".
"Era un candidato de consenso porque no brillaba. Se creía que iba a ser leal al Gobierno porque no tenía grandes ideas ni iniciativas", sostuvo. A ojos del mandatario, Pinochet era un "hombre leal", recordó por su parte el ex ministro de Economía de Allende José Cademártori.
Incluso, agregó, el presidente quiso tomar contacto con él cuando aparecieron las primeras noticias del golpe, la mañana del martes 11 de septiembre de 1973.
"Llamen a Augusto, que es de los nuestros", habría dicho Allende ese día, según relatos de quienes le acompañaron en el palacio presidencial de La Moneda en la resistencia a la rebelión militar.
Pero Pinochet, que permanecía oculto en un cuartel al este de Santiago dirigiendo las acciones de los golpistas, no respondió al llamado de Allende y por medio de un emisario le exigió su rendición ofreciéndole un avión para partir al exilio.
"...¡Y por el camino los van tirando abajo!", gritó el general, en una comunicación radial con otros oficiales golpistas, interceptada por un ciudadano anónimo y publicada en 1997 en el libro "Interferencia Secreta", de la periodista Patricia Verdugo.
Pinochet fue el último de los jefes de las Fuerzas Armadas en sumarse al golpe, escribió en sus memorias el almirante José Toribio Merino, que asumió la jefatura de la Armada ese día y murió hace siete años.
El ex dictador aseguró sin embargo a una de sus biógrafas, la periodista María Eugenia Oyarzún, que el golpe lo preparaba en secreto desde un año antes.
"No cabía el error (...) teníamos que librar a la patria del caos de Allende y del cáncer marxista", argumentó.
Sin embargo, "Pinochet es el único que afirma que venía planeando el golpe desde hacía tiempo", agregó el analista político Patricio Navia, profesor adjunto de la Universidad de Nueva York.
"Si todos están de acuerdo menos Pinochet, está claro que además de traidor es un mentiroso", concluyó el analista.