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3 de diciembre de 2024
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Argentina tal vez deba poner los pies bien sobre la tierra
Una nueva eliminación mundialista quizá ponga en evidencia que el conjunto nacional no es un equipo tan ganador de copas del mundo como otros. Tal vez haya que acostumbrarse a no ganar el título mayor
4 de julio de 2010
Por Emiliano Rodríguez, enviado especial de Asteriscos.Tv a Sudáfrica

La bellísima Ciudad del Cabo se transformó en la batalla de Waterloo para Diego Maradona, las 23 “fieras” que tenía disponibles en su plantel y el sueño mundialista de todo el pueblo argentino.

“Van a tener que dejar la piel para ganarnos”, había desafiado Maradona antes del encuentro contra Alemania en el estadio Green Point.

Sin embargo, para los germanos no fue necesario llegar hasta ese extremo: una idea de juego clara, definida, más un rendimiento colectivo sólido y letalidad en ataque alcanzó y sobró para que los teutones despacharan de regreso a casa a la Selección nacional, con una histórica goleada 4-0 en contra también cargada en sus maletas.

Después de una nueva eliminación en los cuartos de final, quizá sea hora de comenzar a familiarizarse con la idea de que Argentina no es un equipo ganador de copas del mundo, pese a contar en sus filas con individualidades geniales, como Lionel Messi, Carlos Tevez, Gonzalo Higuaín, Diego Milito o Ángel Di María.

La paliza frente a los germanos tendría que servir como lección, para ubicar de una vez por todas los pies sobre la tierra y aceptar la realidad: la Selección puede ser considerada favorita en un Mundial por la categoría de sus jugadores, pero como equipo se mantiene distante –y cada vez se aleja más– de potencias mundialistas como Brasil, Italia o Alemania, la “bestia negra” de Argentina en esta clase de torneos.

Quedó en evidencia en Sudáfrica 2010 que sólo con una constelación de estrellas en el plantel y el astro argentino de todos los tiempos como entrenador no es suficiente para confirmar en la cancha las aspiraciones de volver a ganar la Copa después de 24 años de frustraciones.

Tras obtener el título en 1986, con Maradona en su plenitud, y sumar su segundo halago mundialista luego del triunfo en 1978, jugando en casa y en medio de una dictadura militar, Argentina perdió la final contra Alemania en Italia 1990 y después de aquella edición, hace 20 años, jamás pudo alcanzar al menos las semifinales.

La Selección llegó hasta octavos de final en Estados Unidos 1994, avanzó hasta cuartos en Francia 1998, fracasó en primera ronda en Corea del Sur-Japón 2002 y quedó afuera nuevamente en cuartos en Alemania 2006, como le ocurrió este año en Sudáfrica.

En ese lapso, Brasil agregó dos trofeos más a sus vitrinas, Italia sumó un título y Alemania, después de su éxito en 1990, llegó a la final en 2002, a las semifinales en 2006 y en esta ocasión volvió a ubicarse entre los cuatro mejores del torneo.

Argentina sigue buscando abrirse camino para recuperar sus pergaminos, pero quizás haya llegado el momento de plantearse objetivos más modestos en mundiales, como por ejemplo, tratar de superar los cuartos de final y alcanzar el último fin de semana de competencia, en lugar de proponerse como meta ser campeón del mundo.

Lógicamente, en este caso, existe muy poco margen para evitar que una derrota sea considerada como un fracaso.

Es más, considerando estos antecedentes inmediatos, la Selección ni siquiera tendría que cargar con la responsabilidad que implica ir los mundiales una vez cada cuatro años con la “obligación” de ganar la Copa, con Maradona, con Messi, con Juan Román Riquelme, con Gabriel Batistuta, con Claudio Caniggia...

Tal vez haya llegado el momento de reflexionar y entender que los grandes equipos mundialistas son otros y que si bien Argentina, por la calidad de sus jugadores, puede ubicarse entre los candidatos, no tiene la estirpe copera de las tres selecciones más exitosas de la historia en campeonatos mundiales.