En un documento contra el Gobierno, se acusó a K de “cajonear” la causa y de ser cómplice de Duhalde para impedir que se someta a juicio a los “autores políticos" de los crímenes
Marina sacó de su mochila un aerosol, lo agitó con fuerza, como con bronca, y escribió con tinta roja: Darío y Maxi presentes. La frase quedó grabada en el corazón de la estación de trenes de Avellaneda, debajo de las escaleras, donde ocho años atrás la Policía asesinaba a Maximiliano Kosteki y Darío Santillán.
Marina guardó el aerosol, se cubrió del frío con una bandera que cruzó como un poncho, y apuró la marcha. A esa hora, pasadas las 11, una enorme columna de piqueteros anti-K y partidos de izquierda avanzaba en procesión rumbo al puente Pueyrredón.
El acto de cierre de los homenajes, que habían arrancado el día anterior con actividades culturales y una vigilia en carpas debajo de la autopista, se hizo a mitad de camino entre la Capital Federal y Avellaneda. Allí, en un documento durísimo contra el Gobierno, se acusó a Néstor Kirchner de “cajonear” la causa y de ser cómplice de Eduardo Duhalde para impedir que se someta a juicio a los “autores políticos e intelectuales” de los crímenes.
No fue el único embate contra la Casa Rosada: se dijo que con esta administración “sigue la impunidad y la bonaerense corrupta”, se exigió la aparición de Julio López y se cuestionaron “los dibujos del Indec, la inflación galopante y el saqueo de la ANSES”. El texto estaba firmado por más de cuarenta agrupaciones, como el Polo Obrero, la Corriente Clasista y Combativa, Barrios de Pie, el MST, el MAS, el PTS y Quebracho, que contó con la presencia de Fernando Esteche, que acaba de ser condenado a tres años y ocho meses de cárcel y está en libertad hasta que se expida la Cámara de Casación.
El kirchnerismo tuvo su desquite media hora después. Fue la primera vez en ocho años que hubo dos actos. En el mismo lugar, con el mismo acoplado de camión cruzado sobre el asfalto —que se utilizó como escenario—, el Movimiento Evita, La Cámpora, el Frente Transversal, una fracción de la CTA, y Tupac Amaru, entre otras fuerzas, defendieron la gestión K y concentraron sus ataques en la figura de Duhalde, presidente durante aquella represión.
“En esta Argentina hay dos caminos: el de los 90-2001-2002 o el camino actual, apoyando y profundizando el modelo de Cristina Fernández de Kirchner”, leyó la locutora. “Reivindicamos la decisión de este Gobierno de no reprimir manifestaciones, pero queremos que se juzgue a los responsables políticos”, pidió Roberto Baradel, de la CTA, que fue al acto K en representación de Hugo Yasky.
La Marcha Peronista y los habituales cánticos que se oyen en los actos proselitistas se mezclaron con los pedidos de Justicia. Y hubo otros deslices. El diputado provincial Fernando Navarro cargó contra la oposición y contra Clarín. “De Narváez, Macri y Duhalde son empleados de Clarín”, dijo.
En el acto anterior, la izquierda —que juntó cerca de 15 mil manifestantes, bastante más que los que hubo en la concentración oficialista— había apuntado contra el kirchnerismo. “Aníbal Fernández viene a posar de progresista cuando era funcionario de Duhalde y es uno de los autores intelectuales de las muertes. Hay una cadena de 14 responsables, que arrancan en Duhalde y Solá”, señaló Marcelo Ramal, del PO.
“La represión desatada aquel día fue planificada y ejecutada por el Gobierno. Montaron un operativo en el que participaron la Policía Federal, la Bonaerense, Gendarmería, Prefectura y la Side, con carta blanca para matar”, afirmó Christian Castillo, del PTS.
Las palabras de cierre quedaron para Alberto Santillán, el papá de Darío. Dijo: “La lucha que mi hijo llevaba se prolonga en una cantidad infinita de jóvenes que se suman todos los días. Esto es para Duhalde asesino, para Solá asesino y para Kirchner cómplice”.