El 29 de mayo de 1970 la Argentina se conmovió con el secuestro de Pedro Eugenio Aramburu. Primer acto de Montoneros. La violencia en una espiral sin freno
Por Roberto Aguirre BlancoEn un país que parecía inmerso en otras cuestiones y tenía, como el avestruz la cabeza debajo de la tierra, un grupo de militantes peronistas jóvenes pergeñaron un secuestro que daría nacimiento a la agrupación Montoneros, y a una etapa de violencia que se extendió por más de una década en la Argentina.
El secuestro del ex presidente de facto e ideólogo de la revolución Libertadora de 1955 Pedro Eugenio Aramburu fue un golpe que conmovió a la sociedad, que quedó perpleja ante la noticia que había tenido ya antecedentes previos como ataques a pequeñas guarniciones militares o comisarías que aparecían en pequeñas noticias en los diarios, a las que nadie prestaba demasiada atención.
El hecho del que hoy se cumple 40 años, fue planificado con minuciosa profesionalidad por un grupos de jóvenes que no superaban los 25 años y que tenían una extracción peronista de clase media alta y de origen católico.
El día del secuestro de Aramburu no fue casual, ese 29 de mayo de 1970, se cumplía un año del estallido del Cordobazo y además era el Día de Ejército, acto al cuál concurrió el entonces presidente Juan Carlos Onganía, quien estaba siendo “presionado” por un ala del Ejército, que pretendía dar por terminado con su llamada “Revolución Argentina”.
La decisión del secuestro de Aramburu, que luego en 1973 fue narrado con lujo de detalles en la publicación de la agrupación Montoneros “El descamisado” y generó una fuerte condena de muchos sectores, tenía como motivación desde el inicio asesinar al ex mandatario de facto, en un denominado “juicio revolucionario”.
Los cargos que recibió el golpista del gobierno de Juan Domingo Perón de 1955 fue la “responsabilidad en la muerte y fusilamiento sin juicio del general Valle en 1956 y el secuestro del cadáver de Evita”.
Aramburuu fue sacado de su departamento de la calle Montevideo al 1000 a las 9 y media de la mañana en una acción que se denominó “Operativo Pindapoy”, por el grupo guerrillero que usó para este hecho una fuerte logística con trajes militares y más de siete vehículos.
Según narraron los propios protagonistas de este hecho, la preparación del secuestro llevó varios meses y tras evaluar muchas alternativas se decidió que dos de ellos, Fernando Abal Medina, ex cuñado de la actual ministra de Defensa Nilda Garré, y el “Gordo” Maza se presentaron en el departamento del militar y lo sacaron de allí a punta de pistola.
“Si se resistía lo matábamos ahí”, confesaron luego Montoneros en la boca de su líder Mario Firmenich, quien lideró el operativo de traslado junto a Norma Arrostito, y ambos llevaron al “objetivo” hasta la quinta en la localidad de Timote, provincia de Buenos Aires, donde se mantuvo a Aramburu con vida solo tres días más.
Allí mismo se lo “juzgó” y se lo sometió a las acusaciones de las cuales Aramburu negó todas de ellas, inclusive la de integrar un movimiento interno del Ejército para derrocar a Onganía y hacerse cargo del “poder temporalmente”.
Según relataron los victimarios, Aramburu negó en forma escrita “haber ofendido al general Valle” aunque aceptó los fusilamientos como parte de un “proceso revolucionario” y reconoció que el cuerpo de Eva Perón “tenía cristiana sepultura en un cementerio de Roma”.
Dos días después tras “deliberar” el comando le informó al militar que sería fusilado “en media hora” y así sucedió la mañana del 1 de junio, cuando en el sótano de la casa de Timote, Abal Medina le disparó un tiro en el pecho y luego recibió dos balazos más de “gracia”.
Antes le habían informado que su cadáver recién sería devuelto a su familia cuando apareciera el de Evita, algo que no sucedió porque fue encontrado por las fuerzas de seguridad 40 días después.
Antes de ser sentenciado Aramburu le pidió a Firmenich que le atara los zapatos, en una imagen patética de victima con victimario arrodillado “cumpliendo un último deseo”.
También, antes de morir, el militar que ordenó los bombardeos a Plaza de Mayo en junio de 1955, escribió: “mis secuestradores son jóvenes peronistas bien intencionados pero equivocados”.
En una etapa historica cargada de "revolución en armas" y con el objetivo de devolver a Perón al poder , el "ojo por ojo" fue la apuesta para justificar "ataques revolucionarios" y "represión" en un espiral de muerte y oscuridad.
Esa mañana, luego del primer comunicado de Montoneros, la Argentina se desayunó del nuevo país que se venía, lleno de sueños y utopías, pero también de sangre, de violencia sin fin.