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Haití: en medio del horror, arrojan comida desde el aire
Pese a las advertencias de la ONU, militares arrojan alimentos y agua desde aviones. Se teme que crezcan enfrentamientos en las calles entre los haitianos
19 de enero de 2010
Nadie ve ni observa violencia. Todo está tranquilo y bajo control. Los "incidentes" de saqueos son aislados y "no hay inestabilidad" en la seguridad de la capital haitiana. Es la visión de las Naciones Unidas y de los gobiernos del mundo: desde Estados Unidos a Sudamérica y Europa. Las operaciones de distribución de comida "no son impedidas y no hay pánico general" describió ayer el almirante Mike Rogers, quien comanda los 15.000 efectivos militares que emplazó su país en la conmocionada Puerto Príncipe.

Pero los periodistas que recorren diariamente las zonas donde el desastre es mayor tienen una versión diferente. Es la que dan los hechos y no los conciliábulos entre las naciones, sean las grandes potencias o los que integran la Minustah, misión de paz de las Naciones Unidas que está en Haití desde 2004. En el sexto día de la tragedia no hay retorno a la normalidad.

El arribo a la capital haitiana de un contingente de 2.200 marines a bordo de la nave anfibia "Usa Bataan" con una decena de helicópteros, topadoras y material médico despertó ansiedad entre los haitianos desesperados de ayuda. Pero desde el Pentágono aclararon que las tropas norteamericanas no están aquí para tomar el control.

Sí es cierto que se puede ver cierto alivio en los asentamientos provisorios de los "sin techo" que colman las plazas públicas y cualquier espacio que se preste a montar carpas de palos y sábanas entre los pedazos de mampostería, de hierros y de cadáveres. Son las organizaciones no gubernamentales y las iglesias las que finalmente consiguieron establecer lugares de almacenamiento y entrega de provisiones de todo tipo.

Apareció el agua. Es provista por el organismo haitiano de potabilización que abastece los reservorios de las fuentes en los parques y plazas. Los chicos se bañan por primera vez en muchos días con agua y jabón. También se ven cajas con refrigerantes y artículos variados que van desde pañales a toallas femeninas. Hay tubos de Pringles en esa gran plaza central, que queda enfrente del Palacio del Gobierno y se ven Coca Colas, naranjas y gaseosas de marcas locales. Todo esto es vendido por algunos grupos de personas que son parte del paisaje de "sin vivienda" desplazados de sus casas a consecuencia del terremoto del fatídico martes 12 de enero. Son gente que se ha pertrechado con la comida y bebidas que pudieron "saquear", o mejor dicho rescatar, en los supermercados derruidos por el gran temblor. No quedó ninguno en pie, pero entre los escombros de estas tiendas gigantescas quedaron alimentos escondidos como tesoros.

Es cierto. "No hay pánico general", como dijo Washington en su diagnóstico de ayer. Pero no se ven soldados por las calles: ni los norteamericanos que han llegado a Puerto Príncipe armados como para una guerra, ni los argentinos que restringen sus funciones a la actividad hospitalaria, ni tampoco los brasileños, los venezolanos, los francés o europeos. Todos aguardan que el presidente haitiano André Preval habilite finalmente los 280 centros de distribución de alimentos y agua que prometió para ayer, para desovar los cientos de toneladas que permanecen en grandes contenedores del aeropuerto internacional.

Entre tanto las únicas que se animan a entrar donde ningún otro llega son las organizaciones como Médicos Sin Frontera, Médicos del Mundo e Iglesias evangélicas con sede en Santo Domingo. Cada uno trata, como puede, de resolver los problemas de quienes se les acercan. Los de MSF se desviven en el Hospital Choscan de Cité Soleil, considerada la favela más pobre de Puerto Príncipe y la más insegura. Allí, el terremoto hizo estragos y eso es visible entre los heridos que yacen en el quirófano y los que están, entre moscas y tirados en el suelo apenas sobre un lienzo miserable.

Si los Estados Unidos apostaron otros 12.000 hombres que vinieron a reforzar los 3.000 establecidos en el Aeropuerto, ahora es Brasil el país que pretende "duplicar el número de efectivos" en el país caribeño. Ya cuentan con la fuerza más importante dentro de la Minustah.

Las Naciones Unidas siguieron la misma orientación. Su secretario general Ban Ki-moon propuso mandar otros 3.500 soldados de los Cascos Azules. En estas condiciones subirían a 24.000 las fuerzas extranjeras presentes en territorio haitiano.

Como afirmó a Clarín el embajador argentino José María Vazquez Ocampo, Haití precisa de otra clase de ayuda. No es la que prestan los uniformados que para desplazarse en Puerto Príncipe de una base a otra van en vehículos de la ONU con ametralladoras pesadas.

"Por supuesto que es preciso contar con un ambiente de cierta seguridad para que la ayuda tenga efecto. Pero no es eso lo que resuelve el problema", explicó. Para el diplomático, "este desastre revela que las Naciones Unidas fracasaron en Haití".

Con una perspectiva poco alentadora por delante, este diario vio ayer cómo cientos de personas iniciaban un éxodo hacia Dominicana y hacia el interior del país.