El arzobispo de Buenos Aires fue muy duro al presidir la misa para los familiares y amigos de las víctimas de la tragedia. "Buenos Aires abandona a sus hijos", dijo
El arzobispo de Buenos Aires, cardenal Jorge Bergoglio, afirmó hoy que la ciudad de Buenos Aires, a la que calificó de "vanidosa y coimera", no lloró todavía lo suficiente a las 194 personas que murieron hace cinco años durante un recital en el boliche República Cromañon.
"Venimos a llorar por nuestra ciudad, que no llora todavía. Ciudad vanidosa, casquivana y coimera, que maquilla las heridas de sus hijos y nos las cura", dijo Bergoglio en la misa que ofició para los sobrevivientes, familiares y amigos de las víctimas en la Catedral Metropolitana.
El primado argentino estimó que Buenos Aires necesita "la sabiduría de nuestro pueblo" para asumir la tragedia, en la que en su mayoría murieron adolescentes y jóvenes, e insistió en criticarla por "abandonar a sus hijos, por no saber llorar, por no ser madre y ser, sí, compadrita y superficial". Bergoglio exhortó a "la ciudad" que sea "madre solidaria" como aquellas personas que entraron y salieron varias veces del boliche para rescatar a quienes estaban adentro y morían asfixiados. Además, convocó a los familiares y amigos de las víctimas de Cromañón a asumir el dolor de la tragedia y dejar que "se añeje en el corazón".
"Buenos Aires abandona a sus hijos, los expulsa, no los protege y los presenta elegantemente como en situación de calle", criticó Bergoglio en su homilia, apuntando a la administración de Mauricio Macri porque la Ciudad "maquilla las heridas" y "esconde a sus ancianos mal alimentados y los arrincona".
"El dolor no se va, camina con nosotros. Lo peor es anestesiarlo con otras noticias, con otras distracciones”, comentó. El religioso alentó a los familiares a "mirar al Niño Jesús" en el pesebre para recordar a los "hijos que se fueron". En el momento de las ofrendas, los familiares encendieron velas por cada una de las 194 víctimas y las acercaron al altar.
Madres y padres caminaron en procesión por el pasillo central del templo, mientras el sacerdote guía recordó que esa luz "iluminará el camino hacia la verdad y la justicia". La misa fue concelebrada por el obispo Jorge Lozano, de Gualeguaychú, quien al momento del siniestro se desempeñaba como auxiliar porteño y acompañó espiritualmente a familiares y sobrevivientes.
También participó de la ceremonia religiosa el obispo auxiliar porteño, Eduardo Lozano.
Luego de la misa, los asistentes se concentraron frente a la Catedral y comenzaron a marchar hacia la Plaza Miserere para recordar a las víctimas a pocos metros del lugar donde ocurrió la tragedia la noche del 30 de diciembre de 2004.
Las iglesias fueron las primeras en reaccionar en forma institucional frente a quienes exigían respuestas y buscaban consuelo ante un hecho que, según denunciaron después, puso al descubierto la corrupción, impericia y omisiones del poder político de la ciudad. Algunas horas después del hecho, el entonces papa Juan Pablo II envió un telegrama en el que expresó su "profundo pesar" por las numerosas muertes jóvenes. La madrugada del 31 de diciembre, el cardenal Bergoglio visitó a heridos en hospitales.
Además, encomendó a monseñor Eduardo García, uno de sus colaboradores, a celebrar misa en el cruce de las calles Bartolomé Mitre y Ecuador, a cien metros del lugar de la tragedia, donde familiares y amigos levantaron una suerte de santuario que permanece hasta hoy.