Tiger Woods parece dispuesto a todo para recuperar todo lo perdido desde el día en que su esposa comenzó a descubrir lo que le había sido ocultado durante años
Bien por que está realmente arrepentido de sus años de vida disoluta, bien por el miedo a enfrentarse al divorcio más caro de la historia, el golfista ha hecho saber a Elin Nordegren que está dispuesto a someterse a una terapia para tratar su adicción al sexo.
Mientras, no dejan de aparecer nuevas informaciones que no ayudan precisamente a ablandar el corazón de la bella y despechada Elin. Lo último, las juergas en Las Vegas.
El primer paso para salir de un problema es reconocer lo que se ha hecho mal, y Tiger cree que sus ganas de acostarse con mujeres que no son la suya le han llevado al lugar en el que se encuentra ahora. La respuesta de Elin al gesto de su todavía marido ha sido ponerse en contacto con Sorrell Trope, un abogado famoso por haber representado a Nicole Kidman y Britney Spears, y con reconocida capacidad para justificar sus honorarios con multimillonarias indemnizaciones para sus clientes.
'The Times' publica este domingo más detalles de las fiestas de Woods. En los casinos y clubs de Las Vegas el golfista se olvidaba de su tranquila vida junto a su familia y disfrutaba sin medida. En aquellas exclusivas noches, Tiger "jugaba, bebía y fumaba" acompañado de sus amigos Michael Jordan y Charles Barckley. "Su mesa siempre tenía que estar llena de chicas", asegura un trabajador, testigo de los excesos del jugador.
Varios psicólogos deportivos estadounidenses apuntan a que Tiger Woods cayó en lo que denominan 'cultura del adulterio'. El porcentaje de divorcios en el deporte profesional americano -80%- hace muy creíble la teoría. El golfista, como otros muchos deportistas de primer nivel, perdió el control abrumado por el peligroso resultado de mezclar el juego con las mujeres.
Según las fuentes a las que alude el 'Times', Tiger era un habitual de The Mansion, The Bank y Tryst, tres clubes famosos por su exclusividad y por la discrección que garantizaba a sus clientes. Está claro que esta última característica ha desaparecido desde que explotó el 'escándalo Woods' y hay dinero para seguir alimentando el filón.
Precisamente, dinero es lo único que sobraba -y sobra, al menos de momento- a Tiger cuando pisaba un casino. Jamie Jungers, una de las 14 mujeres que han reclamado sin la menor dignidad su cuota de responsabilidad en la caída del mito, ha desvelado que estuvo apostando durante toda una noche junto a su entonces amante. En el MGM Grand Casino le impusieron un límite de un millón de dólares y en cada jugada de blackjack era capaz de apostar 25.000 dólares.
El gusto de Tiger por el juego creció en la misma proporción que las inmensas cantidades de dinero que entraban en su cuenta bancaria -lleva siendo varios años el deportista mejor pagado del mundo- pero ya existía la afición por el casino antes de que llegara la fama. Sin tener todavía 21 años -edad mínima para poder acceder a las salas de apuestas en Estados Unidos- el entonces prometedor golfista se coló con una identidad falsa en el 'casino flotante' de Iowa. Entonces, las manos de blackjack eran algo más modestas -unos 100 dólares de media-.
"Lo que pasa en Las Vegas se queda en Las Vegas". La frase, de Michael Strahan, ex jugador de los New York Giants, resume a la perfección el cariz que toman las fiestas de los deportistas que acuden a la ciudad del estado de Nevada 'liberados' de esposa e hijos, sin 'fans' ni periodistas a los que agradar y mucho dinero en la cartera.