El centenario club del sur del Gran Buenos Aires, luego de casi 114 años se dio el gusto de dar su primera vuelta olímpica. Hace medio siglo, Evita “hinchó” por el Taladro
Por Roberto Aguirre Blanco
Lo que tarda se disfruta más, se vive tan intensamente como un sueño que muchas generaciones esperaron y no pudieron alcanzar. Eso vive hoy Banfield, el centenario club del corazón del sur del gran Buenos Aires, el que creció al lado de las vías del Ferrocarril Sur y de los ingleses que la construyeron.
De esa sangre flemática a esta pura “verde y blanca” que se arraigó en medio de una ciudad llena de progreso y gusto futbolístico, que se nutrió de vecinos de familia de chicos y chicas, llenando en cualquier división la cancha del “Taladro”.
El Banfield que es junto a Quilmes y Gimnasia y Esgrima de La Plata, los decanos del fútbol argentino, los clubes del siglo XIX, fundado en 1896 y que el mes próximo festejara sus jóvenes 114 años.
Toda una vida sin gritar campeón y en este 2009 el sueño se materializó de la forma más dramática pero acorde a su historia de “humilde” y luchadora entidad de deseos cortos.
Cerca estuvo en dos oportunidades, y quizás la más emblemática fue en la final del campeonato de 1951 cuando el equipo del sur debió jugar una serie decisiva a tres partidos con Racing Club, el club del momento.
La Academia venía en grandeza, campeón en 1949 y 1950, con el estadio nuevo inaugurado por el Presidente Juan Domingo Perón, sin embargo, en esa temporada de 1951, el “Taladro” fue la revelación al terminar primero en misma cantidad de puntos que Racing.
Muchos hablaron de injusticia cuando en esos momentos los torneos –largos—se definían por diferencia de goles y la de Banfield era muy abultada.
La AFA decidió una final de desempate que en los dos primeros choques terminaron 0 a 0 y en el tercer partido con victoria de la Academia 1 a 0.
En esas finales, Evita, identificada con la lucha de los más humildes, hinchó por Banfield e hizo público ese apoyo por lo cual aquellos que no eran de Racing se volcaron a alentar a los humildes del “Taladro”.
Aquella oportunidad pasó y se esfumó: de allí en más el verde y blanco tuvo altas y bajas, descendió y regresó varias veces a primera hasta que en 2005 fue nuevamente subcampeón, esta vez de Vélez, en el Torneo Clausura de ese año, mientras jugaba por primera vez la Copa Libertadores y alcanzaba los cuartos de final.
Ya es la década del nuevo siglo, llegó también la consagración de no sufrir más con el descenso y ser protagonista de los tornos y a al vez el del dolor de ver a sus vecinos –Lanús— rivales de toda la vida, dando una vuelta olímpica en 2007.
Por eso el regreso de su entrenador mítico –Julio César Falcioni—le devolvió el sueño, ahora grande, de la primera vuelta olímpica que se construyó con sacrificio, silencio y humildad.
Entonces, citó a sus ídolos: al gran Eliseo Mouriño, a Ricardo Lavolpe, a Javier Sanguinetti, ahí cerquita en el banco de suplentes, al goleador histórico, Gustavo Albella, a la locura inolvidable de “Garrafa” Sánchez, el “Gatito” Leeb y la potencia goleadora del “Pampa” Orte.
Y si hacía falta también a los ángeles de poéticos que patearon las calles empedradas de la ciudad: a Pepe Biondi, Julio Cortázar, al “tano” Piero, entre otros, para empujar con decisión en la recta final del deseo más soñado.
Y si había que llamar al poder también por allí estuvo el ex presidente Eduardo Duhalde uno de sus hinchas más representativos, aunque muy lejos del amor imbatible de la gran Eva.
Pasaron 58 años, toda una vida, un minuto en nuestra propia historia, y en la masa enloquecida que llenó el estadio Florencio Sola, la vuelta olímpica también la dio esta vez la gran abanderada de los humildes y seguro que abrazada a otro soñador del taladro como Don Valentín Suárez.
Si Evita viviera, diría….¡¡salud nuevo campeón…!!