Con Jim Carrey detrás de varios personajes y la dirección de Robert Zemeckis, este filme animado vuelve a traer el clásico de Charles Dickens a la gran pantalla
Por Sebastián Martínez
En 1843, un genio nacido en Inglaterra, prolífico y lúcido, publicó una pequeña novela titulada "Un cuento de Navidad". Y, sin darse cuenta, Charles Dickens ponía los cimientos de una de las historias más celebradas, más visitadas y más repetidas de la historia del cine.
No es casual. En un Londres donde el capitalismo ya empezaba a mostrar su injusta cara actual, pero hiper concentrada en las calles de la gran ciudad del siglo XIX, Dickens nos contaba la historia de un prestamista envilecido y mezquino, que abominaba del prójimo y sólo pensaba en su propio beneficio.
Algunas de las frases pronunciadas por Scrooge, uno de los mejores villanos de la historia literaria, aún resuenan aún hoy con fuerza y vigencia. Por ejemplo, alguien le pregunta a Scrooge por qué no le preocupan los pobres y el odioso prestamista responde: ¿Por qué debería preocuparme? ¿Es que cerraron las cárceles?
Como se ve, una visión acerca del mundo que ya va para los dos siglos y no ha perdido ni un poco de lustre. La historia de Scrooge es la siguiente: él es adinerado y avaricioso, se ha encerrado en su mundo de riqueza y le da la espalda a la flagrante miseria que lo rodea en el barro londinense. Y cuando llega la Navidad, cuando su mezquindad se hace más visible que nunca, comienzan a visitarlo fantasmas para que recapacite sobre lo que ha hecho con su vida.
Primero es una advertencia, pero luego directamente llegan a su hogar los fantasmas de las navidades pasadas, presentes y futuras para mostrarle en forma descarnada el daño propio y ajeno que ha causado con su actitud ajena al padecimiento del prójimo.
Ésa es la inmortal historia de Dickens, que ha tenido más de 60 adaptaciones para televisión y cine, entre las cuales se destacan "Qué bello es vivir", con James Stewart, y aquella proyectada en la Argentina como "Los fantasmas atacan al jefe", protagonizada por Bill Murray.
Pero ahora le ha tocado el turno a Jim Carrey, quien encabeza el elenco de "Los fantasmas de Scrooge", la nueva versión de esta historia que ha llevado adelante el impredecible Robert Zemeckis. Y el resultado es difícil de definir. Pero vamos a intentarlo.
Por un lado, lo primero que hay que decir es que la película (tal como viene haciendo Zemeckis ya con "El expreso polar" y "Beowulf") es una obra de animación de última tecnología, en la que los actores desempeñan su papel con sensores conectados a su cuerpo, por lo que luego los dibujos que llegan a la pantalla respetan sus rasgos y sus expresiones.
Sin embargo, pese a lo avanzado de la tecnología, la imagen sigue siendo algo fría, algo exenta de emoción, lo que es una pena, porque no sucede lo mismo hoy en día con las películas de animación hechas completamente dentro de los discos rígidos, como las de Pixar o de Dreamworks. Pero si esto es o no el futuro del cine es una discusión para otro momento.
Aquí de lo que se trata es de un director que ha logrado cosas enormes (como "Volver al futuro" o "¿Quién engañó a Roger Rabbit?"), de un comediante que tiene una legión de fanáticos como Jim Carrey y de una obra inmortal como la escrita por Dickens hace más de 150 años.
El cóctel es prometedor. El resultado no alcanza quizás las expectativas, pero de todos modos no está mal. Es oscuro, es algo salvaje, tiene un final feliz respaldado en el original y tiene a un Carrey luciéndose detrás de infinidad de voces y personajes, amén de acompañantes de lujo como Gary Oldman, Robin Wright Penn y Colin Firth. Como mínimo, vale la pena acercarse a ver "Los fantasmas de Scrooge" para homenajear al gran Charles Dickens.