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21 de noviembre de 2024
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"Mi vida en Grecia": carisma y obviedad entre ruinas
Subida al éxito de "Mi gran casamiento griego", esta comedia con Nia Vardalos propone estereotipos, para terminar apostando a la gracia de sus protagonistas
7 de octubre de 2009
Hace pocos años, la actriz Nia Vardalos se hizo mundialmente famosa gracias a una comedia que retrataba, de modo más o menos burdo pero carismático, la idiosincracia de las comunidades griegas en los Estados Unidos. La película se llamó "Mi gran casamiento griego" y redondeó una ecuación comercialmente exitosa: una inversión de 5 millones de dólares que recaudó casi 370 millones.

Con ese éxito aún fresco y en su rol de productor, Tom Hanks (quien en los Estados Unidos es prácticamente un héroe nacional) resolvió reclutar nuevamente a Vardalos para ponerla en acción en una película similar.

El argumento va más o menos así. Georgia (interpretada por Vardalos) es una profesora de Historia norteamericana de ascendencia griega que no ha sabido qué hacer con su vida (especialmente su vida amorosa) y decide volver a la tierra de sus ancestros para recomponer las cosas.

Una vez en Atenas, Georgia consigue trabajo en una agencia turística, donde la contratan como guía para hacer tours alrededor de la península. Ella, como buena académica, se empeña en revelarle a los visitantes los secretos históricos de las ruinas que deben recorrer y se encuentra una y otra vez con la displiscencia de los extranjeros, que sólo piensan en comprar souvenirs y tomar helados.

Por supuesto, a la hora de evaluar su performance como guía, los turistas son implacables: dicen que es una profesional "promedio" y un poco aburrida. Hasta que, en un tour como cualquier otro, cuando Georgia parece llegar al límite de sus fuerzas y de la renuncia, todo cambiará.

Si nos ponemos crueles, podemos decir sin equivocarnos que "Mi vida en Grecia" es una comedia romántica plagada de lugares comunes, de estereotipos y de resoluciones argumentales previsibles. Los turistas americanos son tontos y consumistas, los australianos son cerveceros e incomprensibles, los canadienses son amigables, los ingleses son estirados y amargados, y los griegos son vagos e ineficientes.

Todo es así de simple en el universo de "Mi vida en Grecia". Hay lugar para un personaje clave, interpretado por Richard Dreyfuss, que aportará algún tipo de sabiduría al entramado, otro reservado para el protagonista masculino, Alexis Georgoulis, y el resto es una apuesta a la simpatía y carisma de Vardalos.

Pero si retrocedemos de nuevo al comienzo y nos preguntamos qué se le puede pedir a una película de este tipo, la evaluación será un poco menos severa. De hecho, la inmensa mayoría de las comedias románticas caen en la obviedad (hay excepciones destacadísimas como "Cuando Harry conoció a Sally" y "Realmente amor", por supuesto) y, sin embargo, siguen tocando una fibra íntima del espectador que, por motivos misteriosos, lo deja satisfecho.

Eso también está aquí. No todo es desechable en "Mi vida en Grecia". Vardalos sigue siendo una actriz de una belleza completamente alternativa, Dreyfuss sigue a sus años logrando sensibilizar por algún costado, y hasta el torpe guión se permite uno o dos arranques de lucidez.

La clave de "Mi vida en Grecia", en definitiva, no es tanto lo que ocurra durante la proyección de la película, que es mayormente predecible. El asunto aquí gira en torno a las expectativas del espectador, más que a lo que el filme pueda ofrecer. Si lo que se busca es una comedia romántica pasajera, leve, simpática y de final feliz, eso es lo que se va a encontrar. Si alguien tiene una expectativa algo más elevada, mejor sería volver a revisar la cartelera.