En 1982, aún en dictadura, la 'Negra' regresó a la Argentina en una serie de conciertos inolvidables: fue una bocanada de aire puro en medio de tanta opresión y marcó una bisagra
Por Roberto Aguirre Blanco
Su voz, esa arma tan potente y pacífica que molestó a tantos dictadores de oídos sordos, fue el aire más fresco que vivieron los argentinos durante los años más oscuros de la dictadura militar.
A pesar de las prohibiciones, de “la mala palabra” que era escuchar su música, muchos de sus seguidores rescataban sus discos de los rincones más escondidos para disfrutarla, a volumen bajo, en cada una de las casas donde sus canciones folklóricas y comprometidas eran una especie de resistencia rebelde.
Sin embargo, el verano de 1982, cuando el huevo de la serpiente de la Guerra de Malvinas se gestaba en los despachos paranoicos de los militares de turno, una nueva generación iba a descubrir a Mercedes Sosa y, desde la música y la cultura, ya nada sería igual.
Fueron los emblemáticos conciertos (siete) que se realizaron en el Teatro Opera en febrero de 1982 y que significaron el regreso de la 'Negra' a los escenarios argentinos después de seis años de exilio en Europa.
Las imágenes de película paranoica de la época era todo un símbolo: el público atiborrando la puerta del teatro en plena calle Corrientes con carros de asalto y cientos de policías en la puerta y adyacencias del lugar con gestos amenazantes.
Esa agresión no amilanó a la gente que cuando ingresaba al Opera sentía que los aires de libertad, aún comprimidos por el miedo, tomaban vuelo y con la tucumana parada en el medio del escenario se convertían en el símbolo de un momento irrepetible.
Mirado en el tiempo este momento no fue un signo de debilidad del gobierno de Leopoldo Galtieri, más aferrado al poder que nunca, sino un “recreo” para lo que vendría después y significaría más muerte aún para una nueva generación como fue la Guerra de Malvinas.
Desde lo artístico también fueron esos conciertos una bisagra para la música popular de la Argentina con el deseo de Mercedes de compartir el escenario con las nuevas expresiones del país y abrir su garganta a canciones del rock y de géneros nuevos para la “negra”.
Así, en un disco doble que es reliquia de la cultura popular, quedaron guardados un grupo de canciones que en la voz de Mercedes fueron nuevos clásicos de la música nacional.
Por ese escenario pasaron León Gieco con “Solo le Pido a Dios”; Antonio Tarrago Ros, con “María va”; y la inolvidable versión de “Cuando me empiece a quedar solo”, con Charly García.
También el disco tuvo canciones que permitían conocer en la voz de Mercedes a autores latinoamericanos prohibidos en la Argentina como Silvio Rodríguez y su “Sueño con serpientes”, Pablo Milanés con “Años” y Milton Nascimento y “María María”.
Y por supuesto sus clásicos del folklore como “Al jardín de la República”, “Luna Tucumana”, “La Arenosa” y los inolvidables “Gracias a la Vida”, “Alfonsina y el Mar” y “Canción con Todos”.
En esos conciertos, Mercedes conoció y comenzó a amar en forma entrañable a Charly García y entre ambos se generó una relación donde la “Negra” sintió al genio musical como su “hijo”, mientras García no se cansó de repetir que la cantante era como “la madre de todos los músicos del rock”.
La vida tiene esas extrañas vueltas coincidentes: por estos días Charly regresó a los escenarios luego de un largo padecimiento de salud y Mercedes estuvo al tanto del mismo y, según sus allegados, la noticia del regreso del genial músico fue un gran momento de felicidad en sus últimas horas.
El día que nos deja, familiares de soldados muertos en la Guerra de Malvinas visitan el cementerio de Darwin y, como hace 27 años, la historia vuelve a unir a Mercedes, los inocentes y los gritos de libertad.
“No existe una escuela que enseñe a vivir”, sólo una voz que hoy la dejamos volar para acompañarnos por siempre...
Simplemente, gracias 'Negra'.