Un estudio británico revela que el 69 % de los condenados por algún hecho violento comió caramelos y chocolates todos los días durante la infancia. Los detalles
Una polémica investigación reveló que los chicos acostumbrados a que todos los días les den un dulce –caramelo, chupetín, chocolate, o cualquier otro– de adultos tienen más chances de ser violentos y autoritarios que los que no tienen garantizado ese deleite azucarado.
“Nuestra mejor explicación es que darles a los chicos caramelos y chocolates regularmente podría impedirles aprender a ser pacientes cuando quieren algo. Incapaces de aplazar la gratificación, podrían tender a una conducta más impulsiva, lo que se asocia en gran medida con la delincuencia”, dijo Simon Moore, director del estudio.
Que el malcriado, entendido como aquel chico al que se le cumplen rigurosamente todos los caprichos, puede desarrollar de grande conductas egoístas y violentas –como si fueran el centro del mundo– es algo con lo que coinciden todos los especialistas. Y por eso acuerdan con el estudio, aunque aclaran que en vez de dulces podrían haber sido autitos, y hubiera sido lo mismo.
“Si a un chico no le ponés límites, cuando crece se puede convertir en un bruto insensible. En un narcisista que no tiene incorporada la ley. Darle a un chico todo lo que quiere, en este caso dulces, es un abuso de los padres. Hay chicos que son abandonados por falta y otros por exceso”, explica la licenciada Mónica Cruppi, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina y autora del libro El alimento no es sólo alimento, consultada por el diario Crítica de la Argentina. “Pueden convertirse en gente con rasgos psicopáticos”, concluye Cruppi, contundente.
La investigación, que fue publicada en el número de octubre de la prestigiosa revista inglesa British of Journal Psichiatry, es la primera que aborda los efectos de la alimentación de los chicos sobre la violencia en la edad adulta.
Los científicos pusieron la lupa sobre 17.415 británicos nacidos en 1970. Entre aquellos que fueron condenados penalmente por algún hecho violento, el 69% había comido dulces todos los días durante su infancia. En cambio, entre los que no registraban ningún episodio penal, esa cifra descendía al 42 por ciento.