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"Los abrazos rotos": la nueva chica de Pedro Almodóvar
Con una sólida Penélope Cruz, el realizador manchego ofrece en este filme una historia dentro de otra y aprovecha para rendir homenaje al cine clásico de Hollywood
1 de octubre de 2009
Por Sebastián Martínez

Quien haya seguido, aunque sea someramente, la carrera de Pedro Almodóvar, sabe que el director de 60 años ya cumplidos, que se para hoy detrás de las cámaras, no es el mismo que aquel que hace 25 años sorprendía con "La ley del deseo", "Matador" o ese hito generacional que fue "Mujeres al borde de un ataque de nervios".

Desde hace por lo menos una década, con la aparición de la conmovedora "Todo sobre mi madre" y luego la seguidilla de "Hable con ella", "La mala educación" y "Volver", conocimos a otro Almodóvar, más maduro, más profundo, más sosegado.

Cada uno tendrá sus preferencias. O quizás haya quien sea devoto de todas sus películas. Pero lo cierto es que "Los abrazos rotos", la nueva propuesta de Almodóvar para los tiempos que corren, se trata de una rareza difícil de encajar en las líneas que venía desarrollando con anterioridad.

Por un lado, porque hay un intento por desplazar el eje de la película de sus celebradísimos personajes femeninos, hacia un protagonista hombre que lleva el hilo de toda la historia. Por otro lado, porque se trata en verdad de dos películas en una. Y, en tercer lugar, porque Almodóvar se decide más que nunca a rendir homenaje al cine: al cine clásico de Hollywood y a su propio cine también.

La cuestión gira en torno a Harry Caine, un guionista de cine ciego y algo desencantado de la vida, y de cómo transcurren sus días entre mujeres ocasionales, su productora, su joven asistente y sus proyectos de escritura. Pero, de tanto en tanto, Almodóvar comienza a contarnos otra historia, algo ocurrido catorce años atrás, algo que aún mantiene a todos los personajes pendientes y angustiados.

Durante gran parte de la película no sabremos muy bien qué fue lo que ocurrió en esa trama que echa su sombra sobre el presente. O, más bien, no entenderemos qué relación hay entre esa historia y la de este guionista ciego. Veremos a Lena, personificada por Penélope Cruz, que sufre la enfermedad de su propio padre y los acercamientos románticos de su jefe, un poderoso empresario mucho mayor que ella.

Recién cuando el filme esté llegando a la mitad, Harry Caine (y Almodóvar) se decidirán a contarnos esa historia detrás (y dentro) del argumento principal. Y se trata del eterno conflicto del triángulo amoroso. Una chica hermosa que quiere ser actriz pero termina siendo la amante de su patrón. Un empresario obsesionado con esa mujer. Y, finalmente, un director de cine deslumbrado por la belleza de la joven.

Y esa segunda historia es contada apelando a innumerables referencias cinéfilas, insertadas con sutileza por Almodóvar a lo largo de "Los abrazos rotos". Un plano heredero de Alfred Hitchcock, una línea de diálogo de Douglas Sirk, una secuencia de Rossellini, un peinado idéntico al de alguna Audrey Hepburn, e incluso algunas referencias claras a "Mujeres al borde de un ataque de nervios", del propio Almodóvar.

Cuando ingresamos en esa segunda historia, la película gana en velocidad, en fascinación, en virtuosismo de realización. Y todo el asunto claramente mejora. Pero también hay que decir que "Los abrazos rotos" cae por momento en cierto subrayados innecesarios, en algunos giros argumentales endebles, en alguna vuelta de tuerca un tanto previsible.

La sensación final es que "Los abrazos rotos" no nos ofrecerá ni al mejor ni al peor Almodóvar. Pero sí a un Almodóvar distinto. Y una gran Penélope Cruz, que parece haber encontrado en este director uno de sus más eficaces plataformas para desplegar su talento.