Néstor Kirchner cree que si no termina con el Grupo Clarín, puede ir preso. Eso es lo que le viene diciendo al estrecho círculo de personas a quienes considera leales, pero también a otros empresarios de medios con los que viene hablando desde hace más de dos años.
Kirchner puso toda su energía personal y toda la caja del Estado a disposición de esta guerra final. Es decir: de hecho, supone que se juega la vida y que todo vale cuando uno está a punto de morir, con tal de seguir respirando.
El ex presidente fue un jugador compulsivo de ruleta y sigue siendo un jugador compulsivo en el juego del poder. En el casino solía elegir siempre el 29, y fueron muchas más las veces que perdió que las que ganó. De hecho, buena parte del dinero que apostó no fue el propio sino el de sus colaboradores, según confesó alguien que trabajó con él durante diez años y hasta que fue elegido Presidente.
Néstor hoy le sigue apostando a un solo número, porque cree que lo que ganará, cuando este salga, será mucho más de lo que viene perdiendo desde que decidió enfrentar a los docentes de Santa Cruz, los productores del campo y lo que él denomina la corporación de los medios.
-Kirchner no está loco. Al contrario: utiliza como un arma ventajosa el hecho de que sus contrincantes crean que es un loco. Porque les provoca miedo y los paraliza- explicó un ex ministro que lo conoció muy bien.
La ley de medios K es un buen ejemplo de la frialdad y el cálculo del ex presidente para enfrentar a Clarín y los grupos y periodistas que lo critican y lo denuncian. Veamos:
*En Es presentada como una jugada heroica para disminuir la concentración y el poder de los multimedios, pero su efecto práctico será que el gobierno, a través del Comfer y otras organizaciones, se convertirá en un verdadero monopolio de contenidos de la información.
*El Estado no sólo se apropiará del 33 por ciento que enuncia, sino también del 33 por ciento destinado a las organizaciones sociales, que sobrevivirán, igual que los actuales medios K, con la pauta oficial que el Gobierno distribuye a cambio de obediencia ideológica. Esto sucede ahora con diarios, revistas y radios que no son elegidas por la audiencia, porque la sociedad ya se dio cuenta que no informar ni opinan con libertad: solo operan a favor del gobierno.
*El gobierno de turno renovará las licencias cada diez años, pero cada dos tomará examen a los licenciatarios, y les podrá quitar el medio con los argumentos que se les dé la gana. La excusa es la dinámica con que se modifica la tecnología de las comunicaciones. La verdadera razón: controlar a los dueños de los medios, bajo la amenaza constante de quitarles el negocio.
Mientras envía a sus soldados a la guerra, Kirchner disfraza las verdaderas razones de su lucha. Así, convence a una buena parte de los legisladores y una pequeña parte de la sociedad que se trata de una guerra santa contra la derecha satánica, el capitalismo concentrado y los monopolios de la información. En realidad, se trata de una batalla personal para no perder poder.
Lo mismo quiere hacer con su proyecto de no emitir más publicidad televisiva de los candidatos en elecciones excepto la que decida el Estado. Por supuesto: el Gobierno seguirá ‘informando‘ sobre la gestión hasta 48 horas antes de la emisión del voto.
Hay muchas formas de pronosticar cuáles son las verdaderas intenciones de Kirchner y de la Presidenta detrás del envío del proyecto de ley de medios que quieren aprobar antes del cambio en la composición del Congreso. La más sencilla es informar sobre la diferencias entre lo que dicen y lo que hacen.
Dicen que quieren libertad de expresión, pero la Presidenta no llama a conferencias de prensa sin restricciones y no da entrevistas sin condiciones.
Dicen que se necesita más pluralismo pero asfixian a los medios críticos a la hora de distribuir la pauta oficial. Al mismo tiempo ‘fabrican‘ y mantienen, con el dinero del Estado, a multimedios que lo apoyan. El mapa de medios en la provincia de Santa Cruz, donde Rudy Ulloa Igor, un incondicional de Kirchner, es amo y señor, es solo una muestra de esta contradicción.
Lo que no deja de sorprender es la ingenuidad de parte de la izquierda intelectual argentina, algunos de cuyos exponentes compraron y venden el falso discurso del regreso de la derecha.
Lo mismo hizo el kirchnerismo en el campo de los negocios. Se presentó como un héroe intransigente frente al lobby de los grandes grupos, mientras repartía pedazos enteros de la obra pública, la energía, las finanzas, el petróleo, el transporte y también los medios a sus amigos más incondicionales.
Lo dijo ex el gobernador de Santa Cruz, Sergio Acevedo, en el marco de una investigación periodística para un libro todavía inédito:
-Claro que no hay lobby. ¿Cómo va a haber lobby si de a poquito se están quedando con todo?