El silencio de los inocentes - Asteriscos.Tv
Noticias actualizadas las 24 horas Información clave para decidir
21 de noviembre de 2024
Seguinos en
El silencio de los inocentes
En el atentado a la AMIA de 1994 murieron 85 argentinos. Inocentes en silencio que hoy piden justicia. Radiografía de personas comunes que apostaban a la vida
18 de agosto de 2009
Por Roberto Aguirre Blanco

Cuando la traffic con su cargamento de muerte explotó frente a la sede de la AMIA el 18 de junio de 1994, 85 argentinos perdieron la vida ya sea dentro de la sede de la mutual judía o en sus cercanías.

Eran 85 vidas de personas que ese lunes empezaban la semana con las ilusiones de hacerse cargo de sus tareas habituales, de personas que emprendían con su rutina diaria y otros que intentan la ilusión de conseguir un trabajo.

Seres que transitaban destinos tan distintos al odio racial y político y que fueron “victimas necesarias” –según constará el día que se animen los asesinos a reconocer este hecho-- de luchas que solo entienden la muerte como único motivo de justificación.

Estas víctimas, cuando se realiza una radiografía de quienes eran y que hacían dentro o fuera del edificio de la AMIA, demuestra un silencio de inocentes que hoy reclaman justicia.

En el terrible atentado que se produjo a las 9:53 de ese 18 de julio, murieron 25 trabajadores de la AMIA y de la DAIA que también funcionaba en ese lugar.

Se trataba de personal administrativo, jefes de secciones de las oficinas más activas de la mutual como el sector de sepelios y la bolsa de trabajo, además de personal de maestranza y del bar del edificio.

También entre ellos un panadero que se encontraba dentro del edificio tomando y cobrando pedidos de los servicios de sus comercio con los empleados del lugar.

Trabajadores de diferentes edades que todos los días asumían el rol de servicio ya no solo a la comunidad judía sino a la sociedad en general ya que su bolsa de trabajo recibía solicitudes y postulantes sin diferencias de credos.

Justamente, en ese sector murieron 16 personas, la mayoría mujeres, entre 17 y 40 años que se habían acercado esa mañana en la búsqueda de una oportunidad laboral.

Dos adolescentes sin experiencia en búsqueda de su primer trabajo, una maestra jardinera, una cosmetóloga, una fotógrafa, dos operarias, un corredor de ventas y personal para comercios o limpieza, eran quienes esperaban una oportunidad ese día.

Un piso más abajo, fallecieron además de las dos personas responsables del sector, seis asociados que se habían acercado esa mañana para realizar trámites sobre sepelios de sus familiares.

En ese día, se realizan en la sede de la AMIA trabajos de refacciones que estaban dirigidos por un arquitecto argentino quien también fue víctima del atentado y junto a él murieron en diferentes sectores del edificio 13 trabajadores más, seis de origen boliviano (uno de ellos de 17 años), un chileno y el resto obreros argentinos.

Pero la onda expansiva de una violencia sin fin también tomó por sorpresa como al resto de las víctimas, en las cercanías del lugar del atentado donde murieron 21 personas más.

Cinco personas, todas ellas rumbo a sus tareas habituales, fueron alcanzadas por la explosión en la puerta de la AMIA, la igual que un nene de cinco años que fue arrancada de las manos de su madre.

También murió un chico de 18 años, que era mozo de un bar de Corrientes y Tucumán y que llevaba un pedido a una oficina cercana, juntos a dos chicas estudiantes que se encaminaban hacía la zona de facultades, cercanas al lugar del atentado.

Frente a la mutual, la bomba hizo estallar en pedazos una imprenta donde murieron sus dos dueños en el instante, al igual que el encargado del edificio que estaba a 40 metros de la AMIA y se encontraba trabajando en la puerta.

La potencia del explosivo también mató a cinco vecinos que estaban cerca de las ventanas de la cuadra de Pasteur al 500 y a un chofer de un camión de reparto que se encontraba descargando mercadería.

Según el listado de víctimas de Memoria Activa hay dos personas mas, una mujer de 57 años y un joven de quienes no hay muchos más datos y que no se conocen los motivos por los cuales estaban cerca del edificio siniestrado.

Eran personas con sueños, tan comunes como cualquier otro ciudadano, como usted que lee esta nota o quien la firma, con futuro, con ilusiones, que esa mañana se apagaron sin entender “porque”, y hoy, a 15 años, son los inocentes silenciosos que reclaman justicia en la voz de sus familiares.

Justicia, perseguirás.