El pensamiento del dueño de la AFA. El hombre más polémico del fútbol argentino. Un “negociador” que siempre sale bien parado. "Un hombre que negocia con el demonio"
Por Roberto Aguirre Blanco
En el dedo meñique de su mano izquierda -al igual que la figura mítica que Marlon Brando construyó como Don Corleone en El Padrino- Julio Grondona, tiene un anillo de oro, que nadie en público besa, pero ante el cual muchos se rinden.
“Todo pasa” tiene como inscripción en ese recuerdo de familia, un mensaje acorde a su pensamiento de dejar que las situaciones se diluyan en el tiempo, menos su continuidad al frente del fútbol, lugar donde manda desde hace 30 años.
“Me llevo muy bien con los militares, con los radicales y los peronistas”, dijo una vez, y bien que suscribió esa idea compartir la mesa con genocidas, hombres demócratas y presidentes elegidos por el voto popular.
En la Casa de la calle Viamonte su voz, serena y firme, es la única que se escucha, la que manda, la que ordena, la que no permite una opinión diferente y si alguien decidiera contradecirlo sufre la peor de las 'muertes futbolísticas'.
Cómo cada personaje de la AFA representa a un club, quien intente modificar algunas de sus decisiones totalmente unilaterales, dicen cerca de su entorno aunque nunca se pudo probar, sufriría castigos sin concesiones.
Sin embargo, como todo dirigente inteligente es pragmático, como muchos líderes políticos de la Argentina de años anteriores y actuales, se mofa de las ideologías y las usa según su necesidad. Quizás por eso su acceso tan fácil a los poderes de turno.
“Para qué quiero ser intendente de Avellaneda si soy el vicepresidente del Mundo”, dijo como definición con peso propio hace unos meses en un reportaje periodístico del Diario Olé para marcar su territorio de poder.
No habla otro idioma que el español y el “del fútbol”, méritos suficientes para ser el vicepresidente primero de la FIFA y uno de los responsables de sus finanzas.
En nueve períodos como titular de la AFA nunca permitió que nadie se opusiera a su gestión públicamente y con sus acólitos asistentes siempre supo quien por detrás se permitía hablar mal de él.
Así, una sola vez, en la elección de 1990, tuvo un personaje que se le animo a presentarse en la disputa por el sillón de la AFA, fue el ex juez Teodoro Nitti, que sólo sacó un voto, el que le otorgó justamente Grondona en un gesto casi demagogo.
¿Por qué nunca tuvo rivales?, porque siempre negoció con las necesidades de los clubes y compró la obsecuencia de comprometerles en el voto.
Grondona siempre tejió y alimentó a su gusto la situación en los clubes para asegurarse su rol de “salvador” y hombre de “necesidad para apagar incendios”.
Una fuerte versión corrió en los pasillos de la AFA y se narraba cómo allegados a Grondona contriuyeron a impedir cualquier avance del ex presidente de San Lorenzo, Fennando Miele, quien en algún momento amagó públicamente con pretender ser el nuevo presidente del fútbol argentino.
En el Apertura 1994, San Lorenzo perdió el título en la penúltima fecha y Miele siempre se quejó de malos arbitrajes contra su equipo y en su ira amenazó con “prender el ventilador” y revelar supuestos negociados de Grondona.
El “Jefe” lo calmó y “le prometió” que en los próximos dos torneos su club sería campeón: en el torneo siguiente, San Lorenzo dio la vuelta en el Clausura 1995 en un final de campeonato muy extraño con Independiente ganando a Gimnasia y Esgrima en La Plata y el “ciclón” triunfando en Rosario 1 a 0 con un arbitraje muy parcial.
Cuatro años después, en 1999, cuando Miele buscaba la reelección, Grondona apoyó la lista opositora y “colaboró” soltándole la mano a Miele cuando comenzó a ser investigado por la justicia sobre sus manejos en el club.
De esta forma, no sólo -dicen- se lo sacó de encima, sino que también destruyó a un futuro rival al dejarlo inhabilitado para ser dirigente deportivo.
Otro ejemplo claro de seducción por el poder mismo: cuando su actual vocero, el periodista Ernesto Cherquis Bialo, lo atacaba sin miramientos desde el micrófono de Radio Rivadavia acusándolo de “corrupto y mal dirigente”, Don Julio supo callar.
Cuando Chequis –quien siempre soñó con ser presidente de la AFA- cayó en desgracia profesional, allí estaba “El Padrino”, para “tirarle una mano” y convertirlo en la antítesis de lo que era hace una década.
Como en la película de Francis Ford Coppola, donde Don Corleone perdona al sepulturero del barrio que habla mal de él y sólo le anticipa que contará con su “amistad” para un día deberá responder “sin chistar” ante un “servicio especial”. Nada es gratis.
El ex presidente de Vélez Raúl Gaméz, un hombre que siempre sedujo al kirchnerismo para el lugar de Grondona en la AFA (hace dos años hubo una movida en Casa de Gobierno con el fin de sacárselo de encima al jefe), lo definió con una frase: "Es un dirigente muy peligroso, hace negocios hasta con el Demonio".
Grondona, en 1985, firmó el primer acuerdo con TyC, contrato que él mismo propició y luego lo renovó en lapsos de más de una década en extensiones que alentó y nunca se opuso.
Durante su mandato, los torneos argentinos fueron los menos competitivos del mundo y de su historia, se produjeron más de 200 muertes en las canchas y los clubes están en la quiebra. Todo pasa.
Hoy, lo que defendió a rajatabla –el poder de TyC en las transmisiones, la imposibilidad de ver los goles antes de Fútbol de primera, impedir el acceso de cámaras de otros medios al campo de juego- lo borra por la propia necesidad de su supervivencia casi enfermiza.
Con este hombre, tan polémico y lleno de sombras y sospechas, negocia el Estado argentino, sin dudas también por esa actitud pragmática y poco ideológica que marca la personalidad de Grondona, un hombre que le gusta el poder en su peor manejo.
“Siempre dije que para que el poder político te invada, uno tiene que ir a buscarlo primero. Pero si no lo hace, él no viene a casa de uno. Y, si vas a buscarlo es porque querés conseguir algo". Dixit Julio Grondona, el jefe, en el 2007.