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"Harry Potter y el misterio del príncipe": pantalones largos
El sexto capítulo de la historia nos devuelve al mundo oscuro y complejo que imaginó J.K. Rowling, en uno de los episodios más logrados de toda la saga
22 de julio de 2009
Por Sebastián Martínez

La saga literaria de Harry Potter, nacida de la pluma de J.K. Rowling, tiene en su haber varios puntos altos. Uno de ellos es, sin dudas, sus tiempos de maduración. Es decir: a medida que la saga de siete tomos avanza hacia su culminación, no sólo sus personajes van creciendo, sino que también sus tramas, sus conflictos y hasta el mismo estilo va ganando en profundidad y complejidad.

La explicación, si se quiere hasta comercial, es sencilla. El proyecto de Harry Potter tuvo como destinatario una generación específica, más allá de que luego el fenómeno la desbordara. Por eso, en términos ideales, cada uno de los libros que componen la heptalogía fue pensado para responder a ese lector que iba creciendo a medida que los tomos se iban publicando.

La transposición de esos libros a la pantalla, en cambio, no logró cumplir con esos tiempos de maduración de un modo tan eficaz. De hecho, hasta ahora podía decirse que la tercera película ("Harry Potter y el prisionero de Azkabán") había sido la más "madura" de las cinco que habían sido filmadas hasta el momento, con el oficio del mexicano Alfonso Cuarón detrás de las cámaras.

La cuarta y la quinta parte, a cargo de Mike Newell y de David Yates, respectivamente, significaron un retroceso en el crecimiento de la saga fílmica, desaprovechando gran parte de lo escrito por Rowling para los correspondientes capítulos, llamados "Harry Potter y el cáliz de fuego" y "Harry Potter y la Orden del Fénix".

Todo esto nos dejaba con muchas dudas de cara a la sexta parte de la saga cinematrográfica. Dudas que se incrementaban cuando nos enterábamos que el mismo David Yates iba a ser el responsable de la dirección.

Sin embargo, para sorpresa de muchos, la película "Harry Potter y el misterio del príncipe" supera la mayoría de las expectativas que se habían creado en torno suyo. Esta vez, no quedará otro remedio que elogiar la tarea desplegada por Yates (quien tendrá también a su cargo la realización de los dos filmes que contarán el séptimo libro).

En "Harry Potter y el misterio del príncipe" no sólo existe un gran apego por el ritmo literario del libro inspirador, sino que los climas creados para reconstruir las fantasías de Rowling tienen un carácter propio, oscuro, angustioso, que conquistan al espectador y lo conducen eficazmente hasta el terrible y (para quienes no leyeron el libro) sorprendente final.

Nunca conviene adelantar mucho sobre el argumento de estas (ni de otras) películas. Pero baste decir que el aprendiz de mago más famoso del mundo se apresta a iniciar su sexto año de estudios en la escuela Hogwarts de hechicería, que el conflicto entre las huestes de Lord Voldemort y la Orden del Fénix están más violentas que nunca y que el director Dumbledore colocará de una manera indudable a Harry en el centro de la guerra entre el bien y el mal.

El elenco es el habitual y la única figura que se suma es ese gran actor británico llamado Jim Broadbent, para personificar al nuevo profesor de Pociones. Pero, entre el reparto que se repite película tras película, debe destacarse la interpretación que hace Alan Rickman de su particular profesor Snape, quizás uno de los villanos ambiguos más certeros de la historia del cine comercial.

En definitiva, después de un historial desparejo y ciclotímico, en su sexta aparición en la pantalla Harry Potter termina de ponerse los pantalones largos y ofrece un filme con dosis calculadas de entretenimiento y densidad. Todo un logro de madurez para una saga de la que algunos ya esperaban demasiado poco.