La Presidenta va a donde no la necesitan
Por Joaquín Morales Solá para LA NACION
6 de julio de 2009
La estropeada democracia de Honduras no necesita de Cristina Kirchner. La comunidad internacional (las Naciones Unidas, la OEA y la Unión Europea, entre otros) está trabajando para encontrar una solución en la increíble Tegucigalpa. Ningún otro golpe de Estado, salvo los frecuentes en Africa, provocó semejante reacción internacional en las últimas tres décadas.
La solución no es fácil. El presidente constitucional de Honduras, Manuel Zelaya, y el ejército de su país venían compitiendo por quién violaba mejor la Constitución. El Parlamento y la Justicia zanjaron la disputa y respaldaron a los militares para que tumbaran a Zelaya.
Zelaya, un sorpresivo aliado de Hugo Chávez que había asumido prometiendo todo lo contrario, pudo haber sido destituido mediante un juicio político. La relación de fuerzas, según se sabe ahora, era muy desfavorable al presidente derrocado. Sólo faltaron en Honduras un sistema político más sofisticado y una dirigencia enterada de que vivimos en el siglo XXI. En Tegucigalpa no hubo interés por la ley ni notificación de la modernidad.
En ese contexto, la presidenta argentina voló a Washington para resguardar con su cuerpo, pareció decir, la democracia hondureña.
Los presidentes serios de América latina dejaron la administración del conflicto en manos de las instituciones internacionales. Michelle Bachelet retiró el embajador chileno en Tegucigalpa y confió en la OEA. Lula le proporcionó al inteligente y eficaz secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, un imprescindible avión para que pudiera desplazarse entre Washington y el Caribe. El mexicano Felipe Calderón, el colombiano Alvaro Uribe y el uruguayo Tabaré Vázquez manifestaron su claro rechazo al método que se usó para deponer a Zelaya, pero confiaron en Insulza y en sus consejos, que privilegiaban la gestión diplomática ante posiciones irreconciliables.
Cristina Kirchner es quizás, entre todo ellos, la que gobierna entre mayores dificultades. Acaba de perder en su país unas elecciones cruciales que marcarán fatalmente la segunda mitad de su mandato. Ella y su esposo fueron derrotados en seis de los siete principales distritos argentinos, que congregan al 75 por ciento del electorado nacional. Según la afirmación escasamente rigurosa del nuevo ministro de Salud, Juan Manzur, la Argentina se habría convertido en el país más afectado en el mundo por la gripe A. Pero todos los países tienen casos probables que son infinitamente mayores que los casos comprobados.
Quizá Manzur haya recurrido a su arte de mago de las estadísticas que ya aplicó en Tucumán con la mortalidad infantil. Si los casos de gripe A son aquí 100.000, entonces el porcentaje de muertos argentinos es muy bajo. Tal vez. Nadie sabe nada, porque lo que ya está probado es que la Argentina carece de sistema sanitario, de estrategia y de estadísticas fiables.
Informes de economistas privados aseguran que el PBI argentino se derrumbó alrededor del 7 por ciento en los últimos cuatro trimestres y que la caída promedio de la actividad económica de 2009 sería de más del 5 por ciento. Esos pronósticos no tuvieron en cuenta las consecuencias económicas de la gripe A, que son devastadoras por sí mismas. Gobernadores y legisladores peronistas y opositores no peronistas le están pidiendo a Cristina Kirchner, desde la madrugada del lunes último, que modifique significativamente su gabinete y que cambie las políticas que impulsó hasta ahora.
Como en Colombia
Pero la Presidenta se fue a Washington y ahora anda por El Salvador. Zelaya no pudo entrar en Honduras y todo indica que el operativo de Cristina se parecerá demasiado al de su marido, cuando éste se internó con Chávez en la selva de Colombia para liberar a un niño que no estaba secuestrado. Los únicos compañeros de hazaña de la presidenta argentina (el ecuatoriano Rafael Correa y el paraguayo Fernando Lugo) expresan también una ideología determinada, mezcla de populismo y de autoritarismo, una ensalada de viejos estatismos y de nuevos dogmatismos.
¿Dónde está la Presidenta? ¿Dónde está su gobierno? Los argentinos terminarán por hacerse esas preguntas si Cristina Kirchner sigue corriendo hacia donde no la necesitan. Nada es más demostrativo de la influencia de las ideologías en el matrimonio presidencial que las fotos de anteayer: Cristina se peleaba con el gobierno de facto de Honduras desde Washington, y su esposo se empalagaba aquí entre los halagos de los intelectuales paraoficialistas de Carta Abierta. Un país aguardaba vanamente, mientras tanto, que los dos remontaran la derrota, que dejaran las ideas de lado y se dedicaran a las cosas.