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"Transformers, la venganza de los caídos": cine chatarra
Con el énfasis puesto en los efectos especiales y una trama enmarañada, la segunda parte de esta saga sólo agrega más espectacularidad y más minutos a la anterior
25 de junio de 2009
Todo el asunto de los "Transformers" es extraño. Para empezar porque antes de ser una película fueron una serie de televisión animada y antes de ser una serie de televisión fueron simplemente juguetes que la inmensa compañía Hasbro se moría por promocionar. Eso es algo que nunca debe perderse de vista: la serie y las películas sobre los "Transformers" no son más que parte del aparato de comercialización de unos muñequitos que parecen aviones, coches, camiones o tractores, pero que mutan en robots de plástico.

En línea con el furor de estos juguetes durante la década del 80, Hasbro y sus circunstanciales socios en el negocio del cine se inclinaron por el director Michael Bay para dirigir la saga de "Transformers". Si uno repasa la filmografía básica de Bay ("Armageddon", "La roca", "Pearl Harbor"), se dará cuenta que es el más ochentoso de los directores actuales: mucha cámara lenta, una estética derivada del hard rock, mujeres pulposas, subrayados a cada minuto, etc.

Una estética, por llamarla de algún modo, dirigida al adolescente medio de los Estados Unidos, pero con un atraso de unas dos décadas. Aunque, eso sí, siempre rodeada de efectos especiales de última generación.

Todo esto, para hablar de la saga de "Transformers". Que en su primera parte, estrenada dos años atrás, mostraba más falencias que fuertes. Y que en este segundo capítulo, titulado "Transformers, la venganza de los caídos", no levanta demasiado la puntería.

La trama es algo enmarañada y, por momentos, difícil de justificar. Por un lado tenemos a Sam Witwicky, el joven interpretado por Shia LaBeouf, que ya era el centro de la película anterior. Dos años después de aquella primera experiencia con los robots buenos (Autobots) y los robots malos (Decepticons), Witwicky intenta ahora dejar todo eso atrás y partir a la universidad.

Debe, por lo tanto, abandonar la casa paterna, prometer fidelidad a su novia (Megan Fox) y partir con sus valijas hacia el universo de los campus universitarios. Pero, como era de esperar, el pasado vuelve a buscarlo. Mientras él conoce a sus compañeros de habitación, los Decepticons están planeando regresar a la Tierra y poner en funcionamiento de nuevo a su líder Megatrón, que (nos venimos a enterar) en realidad no es más que un subordinado de otro líder superior llamado "El caído".

¿Qué quieren los Decepticons? Encontrar algo que fue escondido hace milenios y que llevará a la destrucción de la Tierra. ¿Dónde está la clave para encontrarlo? En la mente de Witwicky. ¿Quiénes podrán impedir que lo encuentren? El propio Witwicky, su novia, un ex agente especial (encarnado por John Turturro), los Autobots y, por supuesto, sus amigos del ejército de los Estados Unidos.

A grandes rasgos, ése es el planteo argumental, que es bastante sinuoso, que se extiende durante casi dos horas y media, y que sirve como excusa para que la acción del filme transcurra en paisajes de los Estados Unidos, Francia, Egipto y Jordania.

Realmente, no son muchas las cosas que funcionan bien en "Transformers, la venganza de los caídos". Se puede conceder que tiene algo de ritmo, que LaBeouf no es un mal actor, que Megan Fox y la debutante Isabel Lucas tiene atributos para conmover a la platea masculina adolescente, y que los efectos especiales son impactantes (aunque por momentos las luchas entre robots se tornan confusas y, entre tanta chatarra, uno ya no sabe cuál es el bueno y cuál es el malo).

Casi todo lo demás resta más de lo que suma. El argumento, la linealidad de los personajes, el pobre sentido del humor, la pretendida mística de la historia, el abuso de la cámara lenta, los diálogos fallidos y la lista podría seguir. Sin embargo, es de esperar que "Transformers, la venganza de los caídos" resulte un relativo éxito de taquilla. Al igual que en gastronomía, el cine chatarra tiene un público numeroso.