En su nueva película, el realizador italiano de "La vida es bella" retoma la fórmula que lo llevó a la fama: el amor y su histrionismo en medio del horror
Los seguidores de Roberto Benigni estarán de parabienes. El director italiano vuelve al ruedo con "El tigre y la nieve", una película que lo retrotrae al estilo que lo llevó a lo más alto de la consideración mundial. Un filme que se alinea en forma indudable con "La vida es bella", aquella narración del Holocausto que le valió un Oscar de la Academia y el elogio generalizado de crítica y público alrededor del mundo.
Benigni lo ha hecho de nuevo. En "El tigre y la nieve" volvemos a encontrar los mismos ingredientes. Por un lado, el amor, aunque en este caso es el amor de un hombre por una mujer y ya no el amor paternal que intentaba sobreponerse a los horrores del campo de concentración. Por otra parte, la guerra, que ahora no es más la Segunda Guerra Mundial, sino la ocupación de Irak por parte de las tropas de los Estados Unidos. Y, para concluir, el humor o, al menos, el histrionismo que hizo de Benigni un personaje inconfundible.
La nueva película del italiano gira en torno a las obsesiones de Attilio Di Giovanni, un profesor de poesía que todas las noches, una y otra vez, sueña con la misma mujer. En esa irrealidad onírica, en la que habrá una inesperada sorpresa para el público argentino, el personaje de Benigni camina en paños menores hasta un altar, donde cada noche contrae matrimonio con Vittoria, literalmente, la mujer de sus sueños.
La trama dará un primer vuelco cuando la anhelada Vittoria deje de ser una imagen inconsciente para convertirse en una mujer de hueso y carne, y Attilio deba desplegar sus dotes románticas para volver realidad sus sueños. Pero el nudo de la película se revelará todavía algunos minutos más tarde, tal como sucedía en "La vida es bella", donde el relato romántico daba paso al conflicto bélico recién promediando la película.
En este caso, el argumento volverá a cambiar de ropaje cuando Vittoria viaje a una Bagdad acosada por los bombardeos y, por razones que no viene al caso revelar, obligue a Attilio a seguirla hasta allí, al centro de las desgracias de la guerra.
En este caso, Benigni está acompañado por Nicoletta Braschi, la misma que coprotagonizaba "La vida es bella", y por el francés Jean Reno, en la piel de un poeta iraquí que regresa a su tierra tras ser reconocido en Europa.
Los admiradores del director italiano volverán a solazarse aquí con ese tono particular que Benigni encuentra para narrar la atrocidad, la tristeza y el amor. Tras la fallida "Pinocho", el realizador reencuentra aquí esa veta que tantos resultados le ha dado y que le sirven para elaborar un cine sensible, con "mensajes bien intencionados" y más o menos transparentes.
Los detractores de Benigni también volverán a hallar en esta cinta motivos para desplegar las mismas objeciones. La unidimensionalidad de los personajes, cierto clima empalagoso y la simplificación de conflictos extremadamente complejos.
“El tigre y la nieve” es, por lo tanto, un "Benigni auténtico", un nuevo despliegue de las armas que el creador italiano mejor maneja. Aunque, esta vez, el director se reserve para el final un cierre sorpresivo, una "vuelta de tuerca" que resignifica las casi dos horas de esta película, que lo devuelve al terreno en el que mejor se mueve.