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3 de diciembre de 2024
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Perón: la despedida del último gran líder popular
El 12 de junio de 1974, Perón pronunció el último discurso desde los balcones de la Casa Rosada. Fue su despedida. El fin de una época
12 de junio de 2009
Por Roberto Aguirre Blanco

En ese mismo espacio donde 29 años antes había descubierto la seducción imborrable de la muchedumbre, un Juan Domingo Perón, ya anciano y jaqueado por su enfermedad pronunció, sin saberlo, el último discurso ante un pueblo que lo vitoreaba como su eterno líder.

En ese espacio reducido del primer piso de la casa Rosada donde el país escribió las horas más revolucionarias de su historia moderna, el caudillo ejecutó uno de los discursos más claros de sus últimos años, un testamento que a la vez marcó el fin de un sueño.

No fue durante una fecha del calendario peronista, ni una celebración por un triunfo eleccionario, simplemente una convocatoria espontánea del pueblo y sus seguidores ante la presunción de una posible renuncia a su tercera presidencia.

Ese jueves 12 de junio de 1974, Perón habló primero en cadena nacional y luego desde el mítico balcón con una claridad de conceptos y una fijación de un ideario que marcó un hito en esos duros tiempos de democracia y violencia política.

No eran días fáciles para el gobierno de Perón que se inició el 12 d octubre de 1973 con fuertes conflictos sindicales producidos por el enfrentamiento de los metalúrgicos y los textiles con diferentes ópticas de cómo enfrentar un proceso inflacionario en la Argentina y la necesidad de un llamado a paritarias.

También unos de los frentes que hacía zozobrar el gobierno de Perón era el fracaso del pacto social que había convocado apenas asumió su gestión y que tuvo en principio un apoyo de los empresarios que luego se deshizo y generó un brote inflacionario, escasez y un auge del mercado negro de alimentos.

A ese escenario se le sumó un clima de violencia en espiral producido por el enfrentamiento de dos sectores ya antagónicos de peronismo de aquellos años: la derecha y la izquierda ya radicalizada.

El inicio de las acciones de la Triple A comandada en las sombras por José López Rega, ministro de Perón, y el pase a la clandestinidad de Montoneros y la acción del ERP, hizo de tiempos de ataques, muerte y sangre que golpeaba sin anestesia a la sociedad argentina.

Ese 12 de junio, al mediodía Perón leyó un fuerte discurso por radio y televisión y no dejó bien en claro las dificultades que encontraba para poder desarrollar un programa de gobierno.

Allí deslizó la posibilidad de una renuncia al sostener: “Cuando acepté gobernar lo hice pensando en que podría ser útil al país, aunque ello implicaba un gran sacrificio personal. Pero si llego a percibir el menor indicio que haga inútil ese sacrificio no titubearé un instante en dejar este lugar a quienes lo puedan llenar con mejores probabilidades”.

Con las cartas sobre la mesa la CGT no dudó en llamar a un paro general y movilización en apoyo al gobierno que se efectivizó en tiempo récord, ya que una hora después de terminar de hablar Perón ya se cerraban las fábricas y los colegios levantaron sus clases.

A partir de las 15:00 la Plaza de Mayo se llenó de seguidores que llegaron autoconvocados a defender y apoyar el tercer gobierno del histórico y enfermo líder.
Una hora y media después, en una tarde de crudo invierno ya, Perón salió al balcón con su sobretodo escocés y habló por última vez a su gente.

Con una voz quebrada por el cansancio, con signo ya de una enfermedad que lo empujaba a la muerte, Perón tuvo una lucidez deslumbrante y vomitó palabras que definían su deseo de no bajar los brazos.

“Sabemos que tenemos enemigos que han comenzado a mostrar sus uñas, pero sabemos también que tenemos a nuestro lado al pueblo y cuando el pueblo se decide a la lucha suele ser invencible”, dijo.

Luego definió que esa movilización le devolvía la fe para “seguir luchando y defender las convicciones de siempre” y comenzó una despedida que sin querer sería el epitafio de su carrera política.

Primero pidió que la esperanza “se derrame sobre el pueblo argentino” y luego pronunció esas palabras que quedaron como su testamento de despedida:

“Llevo en mis oídos la más maravillosa música, que para mí es la palabra del pueblo argentino”, dijo.

El líder se mantuvo largos minutos saludando con sus brazos extendidas y abiertos a la multitud mientras el viento helado le golpeó la cara por última vez frente a su pueblo y seguidores.

Diez días después cayó en cama y ya nunca más se levantó: 18 días después, el 1 de julio, a los 78 años moría tras escribir tras de sí una parte fundamental de la historia argentina.

Aquel 12 de junio, hace 35 años, sin saberlo, quizás intuyéndolo, perón dijo adiós y ya la Argentina no volvería a ser la misma.

Fue el fin de un sueño, el inicio de los años de la oscuridad.