Italia se entretiene con 'Berluscolandia' - Asteriscos.Tv
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Italia se entretiene con 'Berluscolandia'
Decenas de vuelos oficiales y privados llevan cada fin de semana a Cerdeña a una milicia de bellezas que entretienen al jefe del Gobierno italiano y sus amigos
8 de junio de 2009
Lunes 1, jardines del palacio presidencial del Quirinal, fiesta de la República: cientos de prohombres del régimen suben a saludar al primer ministro, acorralado por las reacciones suscitadas a las noticias de su amistad con Noemi Letizia, una chica de 18 años.

Un 70% de esos prohombres acude a saludar a Berlusconi con su hija del brazo, en vez de con su mujer. Bienvenidos a Berluscolandia, el país donde todas las jovencitas quieren ser velinas (azafatas de televisión).

Visitemos ahora Villa Certosa, la misteriosa mansión sarda del magnate milanés que oficia de primer ministro y es el actual presidente de turno del G-8 y líder elegido a mano alzada por el partido Pueblo de la Libertad.

Desde que se supo que Noemi Letizia, la joven napolitana de 18 años que llama Papi a Berlusconi, pasó el fin de año en la casa con otras 30 velinas (azafatas televisivas), todos los italianos fantasean con ese nombre: Villa Certosa. La finca es el sueño de cualquier camorrista, sobre todo si está preso: olivos y palmeras, piscinas por doquier, helados y pizza gratis a discreción, lagos artificiales, un anfiteatro donde toca y canta sus canciones napolitanas el inevitable Mariano Apicella, que ha publicado dos discos con Berlusconi como autor de las letras de sus canciones...

El mar turquesa, la gran casa principal, las estancias secretas, el canal subterráneo que comunica el mar directamente con la villa -inspirado en un filme de James Bond-, el parque con sesenta hectáreas de terreno, los bungalós que el dueño pone a disposición de sus invitadas (siempre más chicas que hombres, proporción de 4 a 1), todo ello reformado y renovado en 2006 por unos módicos 12 millones de euros.

Incluso, asegura una fuente muy solvente, la villa esconde un refugio antiatómico en el subsuelo, y las provisiones son renovadas cada poco tiempo. Y luego están las velinas, esas bellezas que quizá, quién sabe, acabarán dando a conocer este extraño periodo de la historia como el berlusconismo-velinismo.

La belleza de la palabra velina (no confundir con bellina) no es menos sugerente que su origen: la velina era la nota que se mandaba a los periódicos desde la oficina de censura del fascismo diciendo qué se podía escribir y qué no. Ese carácter de cosa fuera de contexto se aplicó, con el tiempo, a las azafatas de televisión que aparecían en zonas ajenas a su tarea de florero, por ejemplo junto a la mesa donde el periodista lee las noticias. "Llega la velina". Cuajó, y así hasta hoy.

Aunque siempre ha sido un secreto a voces, Italia ha convivido sin el menor reparo moral con el hecho de que Silvio Berlusconi haya conocido, cortejado, invitado, recomendado, dado empleo, ayudado y promovido a cientos de velinas durante su carrera política. La lista es demasiado larga y anónima como para reproducirla aquí.

Durante una década de visitas, de fiestas y de escapadas, casi todas ellas, y otras muchas más, habrán pasado lógicamente por Villa Certosa. Los mejores cuerpos de Italia. Las caras más inocentes y bonitas. Aspirantes a modelos, actrices, vedettes, majorettes, presentadoras.

Muchachas jovencísimas, de 17 y 18 años hasta 28 o 29, no más: mariposas recién salidas de la crisálida familiar que han entrado a formar parte del harén del jeque. Cuando las acoge en su seno, revela Concita de Gregorio, directora del diario L'Unità, "les entrega una joya en forma de mariposa a modo de contrato o de sello. Es el sello del sultán".

La política-espectáculo de Berlusconi, su talante personalista y plebiscitario, su fascinación de magnate generoso y mujeriego, han seducido durante tres lustros a las masas de televidentes y votantes italianos con sus chistes, su estilo machista, sus meteduras de pata, su ascenso social, sus triunfos electorales, incluso las victorias y los fichajes de su equipo de fútbol (esta semana paralizó la comunicación del fichaje de Kaká hasta el lunes para no dejarse un solo voto).

Todo eso forma parte natural de su bagaje a-político y a-cultural, de su populismo abierto y mundano, que paradójicamente se apoya a la vez en un no-programa no-político, tradicionalista y católico, lejanamente inspirado en la trinidad "Dios, patria y familia". Habría que añadir: "y velinas".

Villa Certosa es el símbolo de estatus del Cavaliere más discreto, su refugio no sólo nuclear. Es su tesoro, su secreto mejor guardado, el lugar donde este hombre de casi 73 años, multimillonario y prepotente, simpático y mediático, recibe a sus amigas y amigos, celebra consejos de ministros informales, cierra o prepara negocios o hazañas políticas, agasaja a los líderes de la derecha mundial, cuida de sus crisálidas, sienta a sus velinas en las rodillas y las pasea en el carrito del golf por el parque, zona militarizada y secreto de Estado desde 2006.

Según narran las fotos de Antonello Zappadu, Villa Certosa es también el lugar donde el magnate megalómano, el personaje excesivo, cómico y mitómano se olvida del abuelo que es (y que se alejó hace una década del dormitorio conyugal) y se convierte en macho otra vez, en el jeque del harén, en el Super-Silvio moreno perpetuo, y operado (también de la próstata), mientras Italia susurra preocupada que toma demasiado viagra y que sus médicos temen por su corazón.

Villa Certosa es además el lugar donde su amiga napolitana Noemi Letizia, de 18 años recién cumplidos, fue invitada a pasar las vacaciones de fin de año con otras treinta colegas y una docena de próceres del berlusconismo, casi todos setentones como él: gerontocracia y chavalas de bandera.

Como dice el filósofo Paolo Flores d'Arcais, "la pregunta no es lo que pasa o ha pasado en Villa Certosa, sino lo que habría ocurrido en Estados Unidos si se hubiera sabido que Obama ha pasado las vacaciones de Navidad con 30 vedettes de 18 años y sin su mujer, o en Alemania si se descubriera que Angela Merkel veranea con 30 gigolós macizos".

De lo que se trata, en el caso de estas jóvenes mujeres italianas, es de cumplir un sueño, de alcanzar la meta: conocer a Silvio y a sus potentes amigos, trabajar en la televisión y quizá llegar a la política, lo que en el país de la RAI y Mediaset, controladas por el mismo hombre, viene a ser lo mismo.

Muchas de esas jóvenes se han limitado, trágicamente, a encarnar el modelo de sus padres, el conformismo de esa desencantada generación pos-68 que se quedó adocenada ante el televisor en los años ochenta y noventa viendo cómo la Democracia Cristiana se disolvía, cómo Bettino Craxi se exiliaba, cómo la otrora brillante izquierda italiana se convertía a la caída del Muro de Berlín en una casta oligárquica, aburrida y alejada de las necesidades de la gente.

A algunos les parecerá repugnante; a otros, pragmática y humana esa idea del mundo y del ascenso social. Pero, ¿qué mejor forma de triunfar en la Italia de la televisión que estar cerca, muy cerca, del gran patrón de la televisión europea y quizá mundial?

Berlusconi, lo ha escrito Eugenio Scalfari, es el Rey Sol. Como dice un político sardo, "si te acercas al sol, el sol te ilumina y te calienta". Y según sostiene otro maestro de periodistas, éste represaliado por la derecha, Giancarlo Santalmassi, "media Italia trabaja para Berlusconi, la otra media lo está deseando".

Acudir a Villa Certosa asegura a las chicas ese lugar bajo el sol, un teléfono al que poder llamar, quizá una recomendación del emperador, un pulgar hacia arriba, un casting al que acudir a la vuelta a Roma o a Milán, el domingo por la noche o el lunes por la mañana, tras las noches largas y divertidas, las charlas políticas de Silvio, los paseos, las salidas a comprar al centro comercial de Porto Rotondo (paga Papi, hasta 1.500 euros por chica), los bailes desenfrenados, algún striptease más alcohólico que pagado, el machismo en su índole peor.

No es fácil estar entre las elegidas, llegar a vestal de Villa Certosa, insiste un político sardo, que prefiere no identificarse por razones de seguridad: "El que va a la villa, cuenta; el que duerme allí, cuenta mucho, y el que pasa las vacaciones, está en el corazón del César".

El César, que empezó con el ladrillo, tiene siete villas más en Cerdeña, otra en Antigua, incontables mansiones en Roma y en Milán, pero Villa Certosa es la medida de todas las cosas. Incluso los ministros y ministras del Gabinete se dividen entre los muy habituales (como el silencioso Gianni Letta) y los ocasionales que apenas han ido una vez o sólo lo han hecho para participar en algún consejo de ministros (o de administración) fuera de temporada.

Entre las ministras, la que más ha estado es Mara Carfagna, la titular de Igualdad de Oportunidades, a la que por cierto le honra su fidelidad, pues ha sido la única que se ha atrevido a defender su actuación a lo largo del esperpento llamado Noemigate. A su juicio, Berlusconi está siendo atacado por envidia y sin razón, porque es una persona "buena".

Para las chicas, la mejor forma de entrar es captar el ojo experto del viejo calavera. Como le pasó a Noemi Letizia o a la propia Carfagna y a tantos otros cientos de muchachas. Noemi, una dulce muchacha criada en ambientes cercanos a la Camorra napolitana, quería ser artista. Así que se hizo un libro de fotos y lo mandó a una agencia de Roma. El periodista de Canale 4 Emilio Fede, íntimo de Berlusconi, lo recogió y se lo llevó bajo el brazo, casualmente lo olvidó sobre la mesa, su capo cogió el teléfono y marcó el móvil de la joven. Le dijo que tenía una mirada angelical y que debía conservarse así, pura.

Eso era en octubre, reveló Gino, el obrero que fue novio de Noemi hasta que apareció Papi, en una entrevista a La Repubblica. Poco después, Noemi fue vista en una fiesta de la moda en Villa Madama, y en otra del Milan. En ambos casos la sentaron en las mesas presidenciales. Según han contado tanto Berlusconi como sus padres, la amistad venía de antiguo; Gino y una tía de Noemi lo han desmentido.

El caso es que, en diciembre, Noemi estaba ya en Villa Certosa con su amiga Roberta, una de las tres amigas con las que rodó un vídeo casero que circula por Youtube en el que se declaran fantásticas e inalcanzables. Aunque, bien pensado, quizá fuera antes, porque la propia Noemi declaró al empezar a ser famosa que había visto a Papi a menudo, que él no siempre podía ir a Nápoles con lo ocupado que estaba, y que ambos cantaban juntos las canciones de Apicella. Ahora la joven, en un último intento desesperado de salvar los muebles, ha dicho en una entrevista a la revista Chi, por supuesto de Berlusconi, que sigue siendo virgen.

Otra forma de llegar a Villa Certosa, de alcanzar el rango de mariposa y pasar a formar parte de la colección del gran entomólogo, es conocer a los amigos del Sultán. Mejor si son empresarios VIP del círculo estrictamente judicial (lo judicial une mucho), como Marcello dell'Utri, el patrón de la escudería de Renault y compañero de fatigas off shore Flavio Briatore (que le recomendó a Berlusconi al abogado británico David Mills, creador corrompido del imperio Fininvest B), o el complaciente Fede Confalonieri, presidente de Mediaset.